
De nuevo nos hallamos en un tiempo caótico. Preparar el famoso acto navideño supone un continuo trasiego de niños, un ir y venir de preparativos, de esfuerzos malempleados, de prisas, de contenidos y programaciones maltrechas. Con mis pequeños alumnos resulta imposible trabajar, al no poder enlazar dos horas seguidas. Todos los cambios en horarios, actividades, etc., les afectan especialmente. Luego se oyen voces que hablan de niños alterados en estas fechas. Cómo no van a estarlo, con tantas tonterías.
Añadiré otra añoranza ansotana: la de contar con independencia total a la hora de trabajar en la escuela. Lo del trabajo en grupo es un gran invento, pero tiene dos caras. Y ya son muchos años de encontrarme con la mala. Hacer un mínimo esfuerzo coordinativo con alguien cuando no crees en el trabajo a realizar, e incluso eres radicalmente contrario al mismo, resulta especialmente amargo para el cuerpo.
Intento encontrar un recipiente en blanco y negro, pero con tanta tecnología esto es ya difícil. Sin embargo, no consigo ver en color el contenido. Qué infortunio.