viernes, 2 de noviembre de 2012

RURALIZACIÓN DE ENTORNOS URBANOS POR MEDIO DE NIÑOS.

Una vez más, justo antes de dormir tuve una idea muy importante sobre la escuela, sobre la que escribir y reflexionar. Una idea objetivamente importante. La fijé en la mente y me entregué a los sueños. Ahora escribo atormentado por el olvido de semejante idea. ¿Sería realmente importante o lo fue únicamente en el espejismo del instante anterior al sueño? Tendré que vivir con esta nueva carga, otro pensamiento muerto apenas recién nacido.

En un pueblo pequeño es normal que los niños de la escuela acudan a casa de alguno de sus maestros durante la tarde, tras la escuela. Que suceda en la ciudad es bastante más difícil e implica una exagerada puesta en escena. Hace unos días, más de treinta niños vinieron a saludarme y a pedir algunos caramelos. En un piso urbano, el jaleo de treinta y pico niños subiendo por las escaleras hasta un cuarto y llamando a la puerta fue colosal y realmente sorprendente para muchos. Pedí disculpas por los altercados, pero realmente me encantó el suceso.

También es normal en un pueblo pequeño salir a pasear, encontrarte con alumnos y compartir unas palabras y parte del camino. En la ciudad esto tampoco suele ocurrir, pero también sucedió hace unos días, pues yo salía a caminar con el perro filósofo Tastavín, ahora en período nihilista, y me encontré con varios niños de la escuela que apuraban los últimos minutos de juego de la tarde. Mi amigo perro accedió a hacer un poco de comedia para ellos, por lo que pasamos un buen rato en esa situación con tan cercano e intenso recuerdo rural para el perro comediante y filósofo y para el humano paseante. De momento, parece que ruralizar el entorno urbano próximo puede ser una solución temporal válida.