domingo, 31 de mayo de 2009

SEIS PERROS Y UN GURRIÓN.

El miércoles pedaleaba cerca de la Gran Ciudad Desarrollada cuando, a lo lejos, observé un animal. Un poco gordo para ser un gato, poco estilizado y torpe en sus movimientos. Unos segundos más tarde estaba junto a él. Era Tastavín, un cachorrillo perruno abandonado que deambulaba por la cuneta con miedo y desorientación. Paré y entonces observé otras cinco cabezas que asomaban entre los matojos de los campos circundantes.

Tastavín vino en bici hasta casa, haciendo quince kilómetros metido en el maillot con la cabeza asomando por el cuello. Sus hermanos vinieron en coche después. Y por los pelos, pues un zorro estuvo a punto de cumplir con el principio natural según el cual los más débiles sirven de sustento para los más fuertes.

Ahora los cachorros buscan dueño, y rápido, porque la vida de seis (ahora ya cuatro) cachorros en una exigua galería de la Gran Ciudad Desarrollada no es fácil.

Consideración perruna primera: los niños de la escuela disfrutaron infinitamente cuando el jueves bajé a los seis cachorros al recreo. Las muestras de sorpresa, cariño, cuidados, caricias, alegría, se sucedieron ininterrumpidamente. Por otra parte, la de la inconsciencia, o la de creerme aún en la escuela rural. Seis cachorros no desparasitados, de procedencia desconocida, …, junto a niños de salud delicada en algunos casos, alérgicos en otros…; un pequeño tirón de orejas, una enfermera preocupada, y un rato muy feliz.

Consideración perruna segunda: para un humano silvestre raramente puede encontrarse un placer mayor que dar un buen paseo por un monte solitario, pleno de observaciones interesantes, junto a seis preciosos cachorros que te observan como uno más de la manada. Acabar la ruta, tumbarte en el suelo a su lado y dejar que llegue la noche con la vista perdida en el cielo.

Consideración perruna tercera: no entiendo la falta de escrúpulos de los que abandonan seis cachorros en un campo, o de los que, para quedarse finalmente uno, matan a golpes a los otros cachorros de una camada. Tener un poco de cuidado, o una sencilla esterilización, o tomarte unas ligeras molestias en regalarlos no cuesta nada. Lo contrario sólo es eso, ser un desgraciado sin escrúpulos. Por cierto, para los defensores del ciclo natural, de que el zorro hubiera dado buena cuenta de ellos para alimentar a sus crías, de que eso es lo propio en la naturaleza…yo digo que el ser humano no es un espectador de esa naturaleza que debe mirar y no tocar, contemplar el espectáculo cual emperador romano; sólo es una insignificante pieza más que interviene en ella. Y si hay un tipo que tiene tragaderas para llevarlos en coche a un campo y abandonarlos, bien puede haber otro que tenga ganas de recogerlos e intentar ayudarles a vivir. Y ambos forman parte del ciclo natural, igual que el zorro. ¿No?.

Si hay amantes de la muerte, personas que disfrutan quitando la vida a otros seres, bien podrán tener su contrapunto en los que disfrutan de lo contrario: admirar y conocer la vida. Y, quizá algún día, comprenderla.

Añadido final: si Pablo se levanta del banco y dice que va a coger un gorrión, pues eso, se levanta y se encuentra a los cinco segundos con el primer pollo desvalido que intentaremos ayudar este año. Y por eso paro ya, porque he de darle su ración de mosquitos, que no para de piar.