viernes, 28 de mayo de 2010

OTRO ASUNTO PEDAGÓGICO AL MARGEN DE LO OBLIGATORIO.

Zorzal ajeno a la bajada del Íbex


Las cosas suceden cuando ellas lo desean. Algunas incluso suceden casi treinta años después de desearlas. Los mecanismos de su nacimiento son misteriosos, pero suceden. Y me alegro todo lo que soy capaz de alegrarme.


Aunque creo que ya he dicho algo parecido otras veces lo repetiré: de los veinte meses que debía trabajar en el colegio Jean Piaget ya han pasado diecinueve, y me parece imposible haber llegado hasta aquí después de haber experimentado un comienzo tan dificilísimo. Más aún, de estar ahora tan feliz y sentir la inmensa fortuna de lo recibido.


La semana pasada algunos maestros se manifestaron a favor de la autonomía de los centros para decidir entre jornada continua o no. El tema trascendió y los medios de comunicación, tras el rastro de la polémica, dieron cuenta de ello durante unos días. Justamente en medio de las noticias sobre el asunto, en nuestra escuela celebramos un acto en memoria de la deseada jornada continua consistente en trabajar durante dos días de forma continuada (¿se refieren a esto las reivindicaciones?). A favor de este tipo de jornada he de señalar la alegría y felicidad extrema de los niños. En contra, el cansancio de los adultos implicados fue también extraordinario. La actividad consistió en una acampada de todo el ciclo de chicos mayores de la escuela (treinta muchachos) en el precioso y arbolado recreo del centro. Así, tras la jornada lectiva del jueves, realizamos distintas actividades por la tarde y noche, para finalmente dormir todos en las tiendas de campaña. Al día siguiente despertamos y continuamos con las dolorosas clases del viernes.


Después de haber escrito en este lugar decenas de veces sobre hechos especiales ocurridos en mi peripecia como aprendiz de maestro, quizá sea esta una de las acciones más singulares vividas y disfrutadas. Todos los adultos que participaron lo hicieron de forma voluntaria, lo cual es maravilloso (más si cabe dada la gran necesidad de mediación que existe en un centro de educación especial y el gran esfuerzo personal que suponía); para los niños, que generalmente disfrutan de menos posibilidades de tiempo libre que los chicos de su edad, significó una experiencia preciosa, de la que hablaron semanas antes de la cita y siguen hablando aún. Ver jugar y participar en actividades a treinta niños juntos fue precioso, pues las clases son de seis o siete niños y nunca el recreo había vivido tal intensidad de risas, gritos, alegría y vida. La emoción de montar las tiendas, de cenar junto a los amigos, de dormir (algunos…) y despertar a su lado, de compartir tantos sentimientos especiales. En definitiva, una actividad que no se ve todos los días, que entraña cierto riesgo (asumible!) y buen esfuerzo, y que dio lugar a un día muy especial para los niños y los mayores.


Corro a dormir en hotel de mil estrellas. Que tengan buen fin de semana.

miércoles, 19 de mayo de 2010

LAS LLAVES MORADA Y VERDE. SALTEN AL VACÍO Y SE SENTIRÁN LIBRES COMO UN VENCEJO.

Claroscuros se suceden


Hace ya cuatro años cerré la puerta de la escuela de Ansó, puse un cartel avisando a los veraneantes que ese era un lugar sagrado, que tuvieran cuidado con ensuciarlo o estropearlo, y me guardé las llaves, una verde y otra morada, en el bolsillo. Esas llaves han viajado en este tiempo por varios municipios, pues no las entregué en la escuela con la remota esperanza de volver a trabajar allí otra vez, y finalmente el uno de septiembre de 2010 volverán a introducirse en la cerradura de la escuela de Ansó para permitirme ser maestro, de nuevo, en ese lugar.


Hace años que volver a una escuela rural integrada en la montaña ha sido el mayor objeto de mis desvelos y el motivo recurrente e infinito de las desavenencias con mi compañera de viaje, la de belleza y bondad infinitas. Ha implicado enfados, sueños, preocupaciones, y mil emociones enfrentadas. Finalmente tomé la aventurada decisión de concursar en busca de la mejor de las vidas posibles que seré capaz de tener; tal decisión supone el primer paso. Ahora sólo me queda una faena en esta extraña vida que intento vivir, y es que la compañera de viaje me acompañe en el salto al vacío esperando que se abra el paracaídas o disfrutando del vuelo hasta el suelo si falla incluso el sistema de emergencia.


Dos días después de conocer que volveré a ser maestro ansotano los sentimientos se amontonan: vértigo por la arriesgada, valiente, o estúpida decisión, ilusión por un camino nuevo que se abre, tremenda tristeza por hacer sufrir a quien quiero, incertidumbre. La llave verde y la llave morada volverán a dar paso a la estancia donde huele a escuela de otro tiempo, a madera y a sueños.


Hoy en la piscina las compañeras se han llevado a cambiar a todos los niños y me he quedado con ella yo sólo. Es una niña pequeñita, flaquísima como el hueso de pollo que ofrecían a la bruja Hánsel y Grétel para que no les comiera, y tiene muy limitada su movilidad y su comunicación. Esta niña, que llamaremos Saltarina, disfruta como nadie con el movimiento que le proporcionamos los adultos, más cuanto más rápido y trepidante es el movimiento. Siempre pienso que es una niña muy enérgica y atlética en un cuerpo que no le corresponde. Nos hemos quedado solos, en silencio absoluto y con luz tenue. A través de la intuición y la práctica, en estos dos años he aprendido que la comunicación corporal y el contacto físico pueden acercarnos a algunos niños de un modo imposible de alcanzar por medio de las palabras. Con una mano en la cabecita de Saltarina y otra sobre su pequeña espalda, nos hemos ido meciendo sobre el agua. Ella sonreía, y con el movimiento de sus labios me decía que eso le gustaba y que quería más. Así, durante cinco o seis minutos hemos seguido moviéndonos muy despacio, disfrutando de una conexión especial, muy sencilla y, seguramente por eso, realmente trascendente. Las olas nos devolvían el reflejo plateado de su sonrisa, de mi felicidad y de mi tristeza. Por eso he pensado que debería nombrarles aquí a Saltarina.

sábado, 15 de mayo de 2010

ÚLTIMAS REPRESENTACIONES EN EL ESCENARIO.

Espacio ajeno al ruido


El presidente del Banco Central Europeo dice que estamos en la crisis más dramática desde la Primera Guerra Mundial. Yo creo que la auténtica crisis de nuestro tiempo es la espiritual. Vivimos en la absoluta opulencia, al margen de los desheredados del planeta, de las guerras, de las tragedias, de la terrorífica pérdida de biodiversidad, y estamos preocupados por las caídas de la bolsa, por la desaceleración del crecimiento, por la disminución del beneficio, por no poder tener más y más comodidades, artilugios, viajes y lujos. Decimos que esto es una crisis dramática. Cada minuto la radio me informa del Íbex, el Dow Jones y el Nasdaq, y poco me dice de las estrellas, el sentido de la vida, la deforestación, las especies en riesgo crítico de extinción o las personas que cada día entregan su esfuerzo para ayudar a otras.


El Gobierno me rebajará el cinco por ciento de mi sueldo a partir de no sé cuándo. Me parece estupendo. Llevo tiempo regalando a la administración dinero al trabajar más horas de las obligatorias cada día para poder cumplir con mínima dignidad mi compromiso con los niños. Sesenta o setenta euros tampoco supondrán nada. Sólo hay un pequeño pero, y es que me exasperan las ayudas a bancos y construcción para que finalmente tengan que pagar estas migajas unos cuantos que poco han tenido que ver con las causas del problema. ¿En empresariales y económicas no estudian que cuando casi todos tienen tres o cuatro casas y el país está encementado ha de llegar el momento en que la construcción no pueda seguir su infame ritmo? Como les digo, ahí tienen mi cinco por ciento para que los encapuchados puedan seguir sus faenas destructivas. Y si necesitan más, que lo pidan.


Este lunes o martes se hará realidad en alguna medida mi salto fuera de este circo planetario que no comprendo. Busco el silencio y la oscuridad. Sólo quedará ya que el salto sea compartido.


Que tengan buen fin de semana. Me Voy a dormir al monte para fotografiar hormigas y escarabajos.

martes, 11 de mayo de 2010

CASI LO ÚNICO QUE SÉ HACER EN LA ESCUELA.

El perrico Tastavín con su novia de Gistaín y el paraíso que les rodea. Eran felices sin cotizar en bolsa.


Durante la parte final del curso estamos realizando numerosas salidas fuera de la escuela. En educación física se justifican en torno al contenido de actividades en la naturaleza (se justifican en un imaginario currículum, pues en la realidad resulta difícil justificar dignamente cualquier asunto), pero realmente se refieren a otra cosa. Si fuera minucioso con los nombres, estos contenidos deberían llamarse actividades de la vida; o vida, simplemente.


Con los grupos de mayor edad y más autónomos, las salidas nos están permitiendo conocer y disfrutar de las pequeñas islas de naturaleza que el progreso y el desarrollo y las subidas del Íbex y los constructores consideran oportuno no encementar. Así, los tres parques más grandes de la ciudad, los montes semiesteparios de Juslibol, y el Galacho del Ebro a su paso por Juslibol, constituyen los destinos para estos grupos. En ellos hemos podido observar y aprender sobre orientación, geología, botánica, fauna, informática, alimentación, actividad física, sentimientos…, o si lo prefieren: carboneros, cedros, cotorras argentinas y sus nidos enormes, abubillas, ánades reales, gorriones, urracas, tejos, planos de la ciudad y el monte, pitos reales, eucaliptos, moreras, dinámica del río y de la erosión, enfados, galletas, sonrisas, cientos de fotos. Y mucho más.


Con los más pequeños y menos autónomos las salidas se dirigen hacia el entorno cercano de la escuela, de forma que la logística de la actividad es asumible y, especialmente, suponen un conocimiento de un entorno importante y significativo para los niños dada la proximidad a su colegio. Estas salidas están siendo totalmente variopintas, pues difieren sustancialmente según el grupo. Así, han podido acabar con cinco niños con los pies a remojo en un lago de un parque ante la mirada extrañada de los paseantes, con niños aprendiendo habilidades funcionales relacionadas con jugar en una zona de columpios, o con niños pequeñitos con visión y oído afectados sintiendo cómo es una hoja de un plátano de sombra, cómo huele el romero o una piña, cómo pinchan las acículas del pino, lo áspero que es el tronco de un ciprés, o la suavidad de una rana que no se convierte en príncipe pero nos concede la ilusión de imaginarnos en las pozas del Valle del Roncal.


En definitiva únicamente quería aclararles, o intentarlo, por qué el otro día me despedía diciendo que, a mi entender, en la escuela lo más importante suele ocurrir al margen de los libros, los decretos, lo obligatorio, y lo oficial. Al compartir estas actividades con los niños, un maestro despistado y desastroso como yo tiene la suerte de acompañarles en una parte significativa de sus vidas a través de los debates, emociones, descubrimientos y curiosidades que se suscitan. Finalmente siempre queda la doble sensación, quizá muy subjetiva y difusa, de que la huella de estas actividades es muy profunda y, por otra parte, de que lo único que hago durante las mismas consiste en acompañar, estar con ellos, guiar.


Para acabar, aprovechando el lujo de tener ilustres visitantes en este blog, los niños del pueblo y el curso que viene que aún no conozco quizá puedan disfrutar de dos visitantes espectaculares en la escuela. Si es así, sus ojos se abrirán como platos hablando sobre libros, cine, arte, libélulas y estrellas. En unos días les podré hablar sobre ese pueblo y sus niños.