domingo, 12 de mayo de 2013

PSICOPEDAGOGÍA PARA PERROS.


El experto en psicología humana, el perro filósofo Tastavín, durante sus meditaciones semanales.

Varias familias me han dicho durante este curso que EF había dejado de ser la asignatura favorita de su hijo. Este dato da lugar a variadas interpretaciones y reflexiones. En primer lugar, si la idea es expresada con el ánimo de buscar las razones del descontento, de la desmotivación, …, e intentar remediarlas, bienvenida. Pero en algunos casos he sentido que el razonamiento se quedaba atascado en el mismo punto donde la frase acababa. Como si existiera una obligación de que EF fuera la asignatura predilecta de todos y en caso de no ser así había que observar la certeza de que algo malo estaba pasando, o, peor aún,  de que algo estaba haciendo mal el profesor.

Vuelvo a la idea ya expresada al respecto de otras situaciones: dar clase cada semana a tantos niños multiplica y acelera las situaciones que se suelen vivir en una escuela pequeña. En el caso del que estoy hablando hay situaciones muy obvias: alumnos sin límites de comportamiento que consideran la asignatura un recreo donde hacer el bruto, que se sorprenden cuando no se les permite descontrolarse y que acaban mostrando a sus padres su descontento con la asignatura y el maestro. En ocasiones los padres consideran que esos límites planteados a su hijo van a crearle una frustración que no es positiva con su maduración y crecimiento libre y sin ataduras, etc, y acaban muy enfadados también con el maestro.

Esta semana he acabado antes de la hora dos clases con diferentes grupos de cuarto. Los grupos de 25 alumnos requieren de cada niño un nivel de orden y seriedad suficientes para que la sesión se desarrolle con normalidad. En estos casos, este ambiente no se estaba dando, reinaba el cachondeo, el despiste, y se sumaron conflictos personales con insultos y amenazas. Así, di por finalizado el trabajo y nos fuimos a clase a hablar. Paréntesis: me preocupa mucho la parte de responsabilidad que tengo en el ambiente del grupo, pues el desarrollo de las clases depende en un porcentaje enorme de cómo el maestro las plantea y  cómo resuelve las anomalías que se van sucediendo.

En el momento de analizar lo sucedido, ya en el aula, habiendo perdido en ambos casos la mitad del tiempo de EF, ocurre el segundo problema, que me parece aún más sorprendente y quizá más grave: los alumnos mantienen un comportamiento alegre, de risas y bromas, mostrando que son absolutamente ajenos a la gravedad de la situación. Para mí, acabar una clase antes de hora es probablemente la medida más grave que puedo tomar. Me parece que los comportamientos negativos, los insultos, las peleas, …, se van asumiendo como normales y cuando les hablas de ese tipo de situaciones te miran pensando algo parecido a “¿pero qué le pasa a este tipo, si no ha pasado nada que no suela pasar otras veces, si todo es más o menos normal?”. Cuando estos problemas, o similares, se repiten varias veces en pocos días, cuando acabo frente a los niños enfadado, hablándoles del respeto, la responsabilidad individual, …, y ellos me miran sorprendidos, una parte de mis conexiones neuronales acaban enredadas con el pensamiento de si no seré yo el problema, si no seré realmente quien ve como extrañas e inasumibles situaciones perfectamente normales. Quizá haya llegado al punto de desconexión generacional en el que ya siempre creeré que los jóvenes de hoy son maleducados, vagos, etc.

Me acuerdo en estos casos también de los jóvenes adolescentes del colegio La Anunciata, que sacaban en clase de Lengua y Literatura el periódico deportivo, leían un rato, dormitaban unos minutos, y al despertar se dedicaban a hacer lo que les venía en gana, ya fuera gritar o hacer comentarios graciosos. Habían llegado a un punto en el que consideraban esa situación como tolerable, y ningún profesor era capaz de revertirla.

Hace dos días respondí a un correo de una madre que se interesaba por estos asuntos y le escribí, entre otras cosas, que este curso estoy siendo maestro de EF en un 40% y maestro de conflictos en el 60% restante. Es un hecho que me tiene muy preocupado, más pensando qué parte de responsabilidad me corresponde. El experto en comportamiento perruno y estrella mediática César Millán aplica siempre la misma fórmula en sus casos caninos: ejercicio físico, disciplina, cariño (y en ese orden). No sé hasta qué punto es una reducción tremendamente simplista considerar que los problemas analizados en mi asignatura, y el comportamiento de los niños a nivel general, tienen gran relación con esta fórmula. Quizá los psicopedagogos me crucificarían ante semejante analogía.