viernes, 27 de noviembre de 2009

Trabajando y nada más. Casi de la mejor manera que sé. Y aún así es poco. Abrumadoramente poco.
Con gran pesar ante la imposibilidad de escribir.
En pocos días trairé algunos pensamientos.
Ya está en marcha el concurso de traslados de maestros aragoneses. Hoy algunas vidas han elegido un turbulento y desconcertante acompañante.
Que pasen buenos días.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

GRANDES PLACERES LIBERTARIOS.


Mañana a las nueve y media estaré delante de seis niños.

Estoy relativamente tranquilo, porque conozco mejor a Ramón Acín, a su nieta, a Paco Ponzán, a Ferrer i Guardia, A los Carrasquer, a Evaristo Viñuales, a doña Palmira de Cretas, a Katia y Sol. Porque he escuchado a Víctor Juan, Antonio Bernat, Víctor Pardo, a Pilar (la señora de filosofía), .., y a otras personas que directamente te hacen ser mejor persona y desear volver a la escuela para dar clase y hacerlo mejor que el día anterior; liberar las miradas y emancipar las conciencias. Estoy tranquilo: sé que mañana seré ya mejor maestro. Si me tocara la lotería, contrataría a alguna de las personas nombradas para que me contaran historias cada día: "cuéntame ahora lo de la caja de música", "cuéntame qué decía doña Palmira de sus niños de Caspe", "cuéntame cómo vivía Ramón Acín en Huesca", "cuéntame el paralelismo con las ideas filosóficas griegas", cuéntame...; qué placer estar allí escuchando.

También, por sorpresa, he conocido a Mamentxu, lo que ha sido una gran alegría. Encantado, Mamentxu.

Con estos pensamientos felices y aires de libertad correteando entre las ideas acudo hoy al encuentro con el mundo de los sueños. Finalmente, en su centenario, viva Ferrer i Guardia y su pensamiento!

lunes, 9 de noviembre de 2009

EDUCACIÓN Y LIBERTAD I.

Viva Víctor Pardo y Viva Ramón Acín!

Qué placer de ponencia. No entiendo cómo he estado tanto tiempo sin conocer mejor la vida del maravilloso oscense.

sábado, 7 de noviembre de 2009

DE LO QUE SE HABLÓ Y SE DISCUTIÓ SOBRE LA DISCAPACIDAD DURANTE UNA CENA HACE CINCO SEMANAS.

Hace unas semanas, durante una cena, varias personas se interesaron por mi experiencia en educación especial y plantearon sus ideas y dudas sobre la misma. El desacuerdo fue absoluto y lamenté profundamente la ausencia de algunos compañeros de trabajo brillantes que seguro hubieran sabido dar mejores y más firmes argumentos ante algunas propuestas absolutamente inaceptables y, en cualquier caso, inviables. Las desavenencias giraron en torno a tres aspectos:

- Les parecía una estupidez el cambio terminológico llevado a cabo en los últimos años en torno a la discapacidad. Relacionaban este hecho con la absurda corriente de lo políticamente correcto y les parecía estúpido, por ejemplo, que a algunos sonara mal “subnormal”, frente a síndrome de down, o minusválido, frente a discapacitado. Indiqué que los cambios en los comportamientos, en el respeto, en la consideración hacia algo inevitablemente se acompañan de cambios terminológicos que evidencian la diferencia conceptual surgida. Más aún, que algunos términos cargan con unas connotaciones negativas y unos prejuicios que exigen la sustitución si se pretende el respeto. Y más aún, sugerí La Seducción de las Palabras, de Alex Grijelmo, donde podrían sorprenderse con la carga implícita del lenguaje y sus términos. Mi argumentación no tuvo ningún éxito.

- En relación al citado empleo de términos peyorativos asociado a comportamientos irrespetuosos y, en ocasiones, humillantes, señalé que una parte de la población muy grande y sorprendentemente joven, aún mantenía un alejamiento y una desconsideración muy grande hacia el ámbito de la discapacidad. Esta idea surgió tras citar la anécdota descrita por aquí hace unas semanas en la que unos chicos de trece o catorce años caminaban por delante de mi centro de trabajo haciendo burlas y supuestas imitaciones de los niños que allí estudiaban. La respuesta argumentaba que los jóvenes suelen ser crueles por naturaleza, y que estos hechos no representaban un problema real, sino que eran meras bromas entre jóvenes. ¿Es así?, ¿son esos jóvenes transmisores de las concepciones e ideologías familiares?, ¿ser adolescente implica ser cruel y maleducado?, ¿serán seguramente esos chicos personas educadas y respetuosas cuando dejen de ser jóvenes?. Ahora se es joven, según dicen, hasta los treinta y cinco o los cuarenta, así que muchos colectivos han de esperar bastante para obtener su pretendido respeto.

- Por último, lo que me parece más importante, pues apunta hacia el núcleo del problema, hacia la consideración íntima y filosófica que tenemos las personas sobre la discapacidad y, creo que también, hacia la vida: el derecho que tienen los discapacitados a contar con ciertos derechos, ayudas, o consideraciones que tienen el resto de las personas o con derechos especiales que únicamente disfrutan ellos. Llegados a este punto en que cada uno tiene que mostrar sus cartas abiertamente, es cuando surgen las ideas más variadas y alejadas: “no me parece bien que sea un colectivo receptor de tantos recursos, pues los tengo que pagar yo con mis impuestos”; “además, si no pueden aprender casi nada ni progresar”; “¿por qué tienen que tener más derechos que yo o mi hija para acceder a puestos de trabajo?”, etc, etc, etc. Como se aprecia, estas ideas surgen directamente de la concepción que las personas tenemos de la sociedad, de la consideración hacia colectivos desfavorecidos, …, de la vida, por lo que son muy difíciles y delicadas de abordar.

En última instancia, también planteé, pensando que era obvio y con el ejemplo podría hacer entender algunas posturas y comportamientos, el problema existente en torno a la acondroplasia y los espectáculos cómico-taurinos del bombero torero. A través de Lamima, he conocido en los últimos años la lucha que tienen algunas personas por evitar un acto donde creen se humilla y se hace espectáculo del discapacitado, que aunque actúa libremente, acaba perjudicando a todo el colectivo. Aquí ya embarranqué directamente, pues todo el mundo estaba de acuerdo en que mi idea era estúpida y en que, finalmente, los prejuicios estaban en las mentes de las familias o las personas que se molestaban con esos festejos.

Acabé la cena sintiendo profundo malestar por haber sido tan inútil en la transmisión de mis ideas, y ciertamente desorientado por la distancia existente entre las ideas de una parte ¿importante? de la sociedad y el trabajo que realizan las personas vinculadas a la educación especial.

martes, 3 de noviembre de 2009

SOBRE LAS CLASES DIFÍCILES PARA LOS MAESTROS TORPES Y SUS LENTOS AVANCES.

Pensamientos de noviembre

No recuerdo si el curso pasado tuve valor para describir la primera clase. Ahora, con la distancia que aporta el tiempo, incluso resulta graciosa y se puede contar.

Tras unos días de adaptación dentro de las aulas con los niños y los tutores, esa mañana comenzaba la educación física del curso con un grupo de siete niños de entre nueve y doce años. Hasta el momento, lo que mi formación me ofrecía respecto a los niños con trastorno de espectro autista consistía en dos o tres vagas ideas sobre la importancia de las rutinas, la poca flexibilidad de su comportamiento, su asociación frecuente con el retraso mental, o las dificultades antes las novedades y las relaciones sociales. Así, con una sesión preparada entre mares de dudas, acudí a buscar a los alumnos a clase, recogimos el material necesario y salimos al recreo. A partir de ese instante, mis fallos y sus consecuencias se sucedieron sin interrupción: desarrollar la sesión en un espacio abierto sin ninguna referencia, plantear el trabajo en un lugar que para ellos significaba “recreo”, ausencia de anticipadores, falta de rutinas, exceso de material, etc. El jefe de estudios, en actitud previsora e inteligente, nos acompañaba, así que le tocó recoger niños por el recreo para reagruparnos e intentar algo parecido a una sesión de educación física. Tras las persecuciones y los apuros variados, el tiempo marcó el final de la sesión y el comienzo de un lento aprendizaje.

Siempre he tenido muy presente esa sesión, supongo que formará ya siempre parte de mis recuerdos de maestro, junto con el día que me dormí y todos pensaban que estaba muerto, el día que los alumnos hicieron una clase memorable tratando asuntos filosóficos, el momento de la despedida de los niños de Peñarroya, el día que Pablo acudió a la escuela con el microscopio, los días que Paula hablaba con mis alumnos en el pueblo, y otro buen puñado de situaciones emocionantes. En concreto, la semana pasada la volví a recrear porque con la misma clase, con un par de cambios que facilitaban las cosas, tuvimos una sesión magnífica. Realizamos un trabajo previo de vídeo para contar con una referencia mental sobre la práctica a realizar, y el trabajo se desarrolló en torno a tres estaciones distintas donde cada grupo actuaba independientemente. Tras un tiempo de práctica, pasaban a otro momento en el que, tras la acción, debían anotar en una pizarra sus logros y realizar una breve reflexión sobre su actuación. En definitiva, noventa minutos de trabajo con pleno sentido, con actividad motriz, con emociones, con interacción entre compañeros, con presencia de importantes elementos cognitivos relacionados con el cálculo de distancias, trayectorias, relaciones causa-efecto, etc. Una sesión feliz para los alumnos y muy feliz para el maestro.

También hubo una situación difícil con un niño. Nueva para el profesor, difícil de gestionar, y tremendamente angustiosa para el alumno. El autismo, hablando desde mi ignorancia, significa muchas veces comportamientos extraños de los que el niño es consciente, pero que vive con desasosiego al no poder gestionar. El aprendizaje pretende en estos casos aportar herramientas para que los niños conozcan esta faceta de su comportamiento y aprendan a manejarla. Sobre ello, son ilustrativos los libros escritos por personas con autismo, pues permiten conocer en primera persona cómo vivieron esas personas el proceso desde niños, cómo sentían sus limitaciones o dificultades y cómo aprendieron a resolverlas.

Envuelto por un calmante y embriagador estado febril, aturdido por retazos de mil historias recién soñadas, sigo esperando que noviembre me plantee la decisión más difícil de resolver que he vivido en los veintinueve años que llevo por aquí. Ante la falta de demanda en la venta o el alquiler, mi alma, directamente, se regala.

lunes, 2 de noviembre de 2009

OTOÑO.

Agua fría y limpia. Hojas de otoño

Un viejo que lee novelas de amor, un conductor que queda ciego y desorientado, un viajero que dilapida su vida en dos actos desatinados. Cualquiera podría ser.

Noviembre de dos mil nueve es la fecha temida desde hace varios años. Y según cuentan las emociones, razones había para el temor. Alquilo mi alma. Por horas o meses, da igual.