miércoles, 10 de mayo de 2006

PARA NO PERDER EL RUMBO: ORIENTACIÓN.

Hoy en la escuela hemos comenzado a hacer orientación. Lo he hecho con mi clase de 3º, 4º y 5º, y con los pequeños de 1º y 2º. Anteriormente había preparado lo mejor posible unos mapas conseguidos en el ayuntamiento y organizado unos cuantos "puntos de control" por el pueblo.
Ha sido una de las actividades que más contento y feliz me ha hecho sentirme este curso. Los chicos han estado corriendo sin para durante treinta minutos, han interpretado un mapa y unas señales de una gran complejidad, han trabajado en equipo en el sentido real de la expresión, y, además, han acabado preguntando inquietos si podríamos volver a realizarlo. Incluso con los pequeños, algún niño de 6 años ha hecho alguna cosa que me ha dejado perplejo. Por supuesto, cuando descubrían las balizas era toda una gran alegría y una recompensa a su esfuerzo.
Con asuntos como este, y con los de la otra cara de la moneda (los que no funcionan), sigo constatando que casi el 100% del éxito de esta misión depende del profesor, de su capacidad y conocimientos, pero también, y especialmente, de sus ganas de hacer cosas. Y es aquí donde aún no lo tengo claro. ¿Por qué nadie me ha dicho aún en este primer curso de aprendizaje cuánto tiempo debo dedicar a mi trabajo cada día?. El límite legal está claro, pero sigo sin aclarar el límite ético. En todo caso, hace meses que me acompaña la sensación de que siempre podría tener las clases mejor preparadas, programar más y mejor nuevas actividades, etc. ¿Alguien puede aclararme a partir de qué punto puedo dormir con la conciencia tranquila (aún sabiendo que podría haber trabajado más)?.