viernes, 15 de septiembre de 2006

VIAJEROS, Y OTRAS COSAS.

Ayer cuando salía de la escuela me encontré con un tipo en la plaza comiéndose un bocadillo de una par de kilos. A su vez, llevaba una bici que rondaría los cuarenta o cuarenta y cinco. Barba, cierta carencia de higiene, …, no cabía duda: había que hablar con él.

Era de Cullera, había estado en Irlanda un año, y desde allí emprendió viaje a Rusia y Mongolia, recorrida en su bici durante tres meses. A la vuelta, en Milán, como vio que tampoco había tanto, volvió a coger la bici para volver. Y en esas estaba cuando le encontré.

Amenazaba lluvia y hacía frío, así que le invité a comer a cambio de que me contara unas cuantas historias. Por supuesto, el mensaje es el mismo de siempre: creemos que vivimos en un mundo de valores y verdades absolutas, y al salir comprendes lo tontos y egocéntricos que podemos ser: conceptos de vida totalmente diferentes. Lugares donde la vida no consiste en acumular objetos y posesiones. Personas que viven inviernos a cuarenta bajo cero, no tienen luz, agua a kilómetros de distancia, casa construida por toda la familia como puede …y son felices.

A la tarde le acompañé un rato en su ruta. En la cima de Torremiró, como se le hacía tarde, bajó y comenzó a montar su tienda y su hornillo. En medio de una tormenta. Su rutina de los últimos meses. Allí lo dejé.

En la escuela intento adaptarme a los zagales de seis y siete años. A su nivel de comprensión, a su ritmo de trabajo, a su necesidad de mear cada siete minutos. De cualquier modo, hoy he conocido al grupo de tercero y cuarto y he encontrado consuelo al poder mantener una comunicación más fluida y más natural.

Una norma de este centro consiste en que todos los maestros deben salir al recreo a vigilar, o a lo que sea. Esto responde a una especie de norma emitida por un inspector a algo así, y que tiene que ver con las responsabilidades en caso de accidente de algún alumno. He consultado la posibilidad de hacer turnos o algo similar, para poder aprovechar ese tiempo en múltiples tareas: programar, hacer alguna tarea con algún niño en clase, estar con algunos alumnos que desean leer, etc.

En ese debate y en similares suele salir la idea de que somos un CRA, que hay que tener uniformidad en todos los municipios del CRA, que luego los padres…, que los agravios con otros compañeros (en la unitaria de al lado, ¿con quién se turna el maestro?; (ave maría purísima…)), etc. Yo lo veo por la otra cara. Entiendo esta uniformidad como un limitante, una manera de frenar iniciativas, un modo de igualar, pero tendiendo a hacerlo considerando como referencia el nivel más bien bajo, el de no buscar problemas. Pienso que algunos niveles de uniformidad rayan el absurdo. Y puesto a homogeneizar, podíamos preocuparnos de buscar un referente ejemplar y hacer que todos los maestros no pareciéramos un poco al mismo. Seguro que así tampoco protestaban ni padres, ni inspectores, ni Rita la Cantaora. Y si protestaban, pues todos tranquilos hombre, estaríamos avalados por una forma de proceder ética y profesional. Y, por favor, de momento, quizá inocentemente, se me permita considerar que esto último es lo único que me importa en última instancia.