domingo, 19 de febrero de 2006

Muchas veces en clase digo algo y me quedo después pensando que es algo que ya viví como alumno. Entiendo así la importancia e influencia de muchas cosas de nuestra vida ya vivida, que se manifiestan, de repente, en algunas circunstancias. Momentos con D. Gustavo en mi EGB hace ya 15 años (¡!) aparecen, sin avisar, en la Escuela de Ansó.

Ayer sábado se celebraba en el frontón un concurso de disfraces. Me acerqué un momento para saludar a mis alumnos. Son, aún, sensaciones extrañas las que se crean al ver a los chicos fuera del contexto habitual (el escolar), y, más aún, a las familias.
Además, en unos minutos de mirada silenciosa y furtiva, comprobé el comportamiento de mis alumnos en esa situación. Ninguna diferencia con la escuela.

Por cómo me hablan, por lo que me cuentan cuando nos cruzamos por las calles, por otros pequeños detalles, veo que mi relación con ellos sigue avanzando. Muchas veces hacen referencias a profesores que han pasado por el pueblo, y me pregunto qué comentarios se harán sobre mí. No sé si esta preocupación tiene sentido, o incluso que pueda ser negativo el hecho de tenerla. No sé si tendrá que ver con ser novato y con la necesidad de encontrar "puntos de refuerzo", referencias positivas.

Quiero pensar que tiene más que ver con una forma de entender la escuela en la que la (buena) relación con los alumnos es importante. Aunque también hay quien dice que ofrezco excesivas confianzas a los alumnos.

Quizá sería interesante que algún maestro, de los que por aquí pasan, ofrezca su punto de vista sobre la relación profesor-alumno. O algún estudiante manifieste qué opiniones va creando a este respecto. Creo que esto no se estudia, sino que tiene más que ver con el modo de entender la vida y cómo esta te hace entender la escuela.