jueves, 30 de julio de 2009

¿QUÉ ACONTECIMIENTOS ESTARÁN PREPARADOS PARA OCURRIR?

Un poco de aire y a volar

Hoy he realizado una tarea pendiente con las entradas anteriores. Desde 2005 hasta hoy. Inevitablemente, he leído fragmentos de aquí y allá, y he sentido la vergüenza de siempre al leer lo escrito en el pasado. También he sentido alegría al ver danzar en esas cuatrocientas entradas tantas personas, ideas y palabras, libros, niños, emociones, incertidumbres sobre lo que estaba por venir, e impresiones sobre lo que finalmente llegó.

He acabado pensando qué estaré escribiendo dentro de un mes, de cuatro meses, de un año. Qué palabras saldrán de esta cabeza desde la que se supone estoy escribiendo. Qué nos estará preparando la vida para ofrecernos dentro de un tiempo, cuánto se parecerá a la previsión que tenemos ya hecha, cuántos sustos aguardan su momento, cómo será el escenario en el que seguiremos actuando...; siempre preguntas.

Que pasen buenos días, a la vuelta del viaje les muestro lo que vieron mis ojos.

domingo, 26 de julio de 2009

MODO PREDICADOR ON.

Pajarico de Alboreca

Los libros sobre el budismo fueron grandes descubrimientos personales, pero estropiciaron buena parte de mis posibilidades escritoras. Una de las ideas recogidas en estos libros con la que me comprometí fue la de alejarme de críticas hacia aspectos externos y centrarme en las “críticas personales” y el cambio propio. “Los grandes cambios no surgen de grandes medidas tecnológicas o sociales, sino de pequeños cambios personales”, o algo similar, dicen estas lecturas. Sí, suena demasiado místico, pero el asunto es que supone un gran cambio: en el intento de ponerlo en práctica me estoy dando cuenta del enorme tiempo y esfuerzo invertido cada día en criticar, con mayor o menor acierto y respeto, un sinfín de cuestiones sobre las que realmente no tenemos demasiado poder de acción, por lo que acaba resultando una labor desagradable y, ante todo, estéril. Y mientras miramos hacia esos lugares, dejamos de mirar hacia dentro y de promover los cambios sobre los que sí tenemos absoluta responsabilidad. Sigue sonando demasiado místico. Creo que estoy pareciendo un predicador en un pedestal cualquiera de un parque americano.

A lo que iba: lo que ocurre es que buena parte de lo escrito por aquí tenía que ver con aspectos sociales, pedagógicos, culturales, …, que giraban frecuentemente en torno a la crítica, por lo que ahora me resulta difícil abordar algunos asuntos. Resulta complicado tratar temas con cierta distancia y calma sin que resulten meras descripciones planas.

Al margen de lo anterior, tres cosas:

Hoy, o uno de estos días, se aprueba una ordenanza para regular el uso de las bicicletas en la Granciudaddesarrollada. Lo que me sorprende no son las normas establecidas, más o menos variopintas, sino las opiniones que he leído en muchos foros que tratan el asunto. He encontrado una violencia sorprendente, con gente dispuesta en ambos bandos, peatones y ciclistas, a salir por la calle a “dar garrotazos al que le moleste”, o a “marcar los cinco dedos en la cara al que se acerque demasiado”. Supongo que el carácter anónimo de los mensajes, y la tranquilidad del salón desde el que se escribe propician algunas ideas violentas e inconcebibles que luego no se llevarán a cabo, pero no deja de alucinarme esa falta de civismo, de capacidad para la convivencia. De nuevo otro asunto llevado al terreno competitivo, a la confrontación de dos bandos, al quién ha ganado, peatones o ciclistas.

No es la mejor opción para cambiar el “modo predicador”, pero lo he leído al despertar y es uno de esos enlaces que quiero quede presente, por los tiempos de los tiempos, en el blog: reportaje sobre Vicente Ferrer, el dios indio de los desamparados.

Jaime me regaló Quieto, el libro de Màrius Serra donde describe las experiencias con su hijo paralítico cerebral. Es recomendable para aquellos que estéis interesados en el tema de la discapacidad (o los que queráis asomaros desde una de sus perspectivas), pues aborda un aspecto que me parece especialmente complejo y singular: cómo los padres afrontan, entienden, manejan, el cambio tan grande generado en la vida por un niño que “funciona al quince por ciento de rendimiento”, como expresa el padre. En mi año de “bautismo especial”, estas relaciones entre padres e hijos, las distintas maneras de gestionarlas, han dado lugar a grandes sorpresas, ejemplos magníficos, y abundantes enseñanzas.

Espero contar en el próximo capítulo cómo algunas personas, buenas personas al margen de sus obligaciones oficiales, están ya colaborando y cavilando para fabricar bicis especiales en las que puedan montar, disfrutar, aprender, vivir, niños especiales.

Vaya. Ayer acabé el libro, ahora estaba tecleando las anteriores líneas cuando ha sonado el “pip-pip” de la bandeja de entrada. Encuentro un mensaje de Jaime donde me cuenta que Lluís Serra, el niño protagonista de Quieto, murió ayer. Dejo de teclear.

miércoles, 22 de julio de 2009

LOS PENSAMIENTOS DEL JOVEN MILANO NEGRO.

Tendrá que frecuentar vertederos, comer carroñas, evitar a los zorros, competir con otras rapaces por el territorio, olerá muy mal casi toda su vida, pero vivirá donde su cuerpo le pida, no tendrá que acudir al gestor, y no respirará cada segundo del día cincuenta y cuatro con nueve micrómetros por metro cúbico de partículas en suspensión. Además, es una preciosidad.

jueves, 2 de julio de 2009

INFINITAS RUEDAS EN GIRO PERMANENTE.


El camino discurría entre inabarcables bosques de pinos, abetos, hayas, tejos, y serbales. De vez en cuando aparecían algunas plantas temibles, como la belladona o la dulcámara (familiares de tomates, patatas, y tabaco), y otras magníficas, como las diversas orquídeas, el hipérico, o el martagón. Escarabajos, arañas, mariposas y el resto de seres diminutos cumplían un día más el contrato con sus respectivas plantas y ofrecían tesoros a los que sabían mirar con la suficiente paciencia y el necesario conocimiento. Los pájaros realizaban sus asuntos y envolvían el bosque de melodías ininterrumpidas: el tamborileo de los picapinos, el silbido agudo del agateador, y los cantos de los pinzones, currucas y otros seres de los aires. El joven camachuelo, con unas pocas semanas en este mundo, comía fresas silvestres felizmente. Por encima, los aviones y vencejos dibujaban sus alargados trazos blancos y negros, mientras, controlándolo todo y tocando el cielo con los extremos de sus alas, águilas reales y buitres escrutaban el valle arrastrados por las corrientes de aire. El mismo viento de casi todos los días, en el aire la fragancia por la que suspirarían en Grasse, y paredes calizas infinitas propias una escala de gigantes por donde se descolgaban larguísimos hilos de agua que se abrazaban en el fondo del valle. Un ciclo que rueda cada día. Estemos o no. Vivamos o no.

En otra parte, en el lugar moderno y encementado que crece y crece (la Gran Ciudad Desarrollada), el curso escolar ha concluido. Junio ha sido un mes de gran aprendizaje y mucho trabajo. No sé aún qué pensar: revolotean experiencias memorables y emocionantes junto a otros aspectos en los que he fallado estrepitosa y dolorosamente. La imagen de lo que ha supuesto la escuela este año se resume en treinta o cuarenta personas que se juntan el último día para despedir el curso y que son sorprendidas con la proyección de un audiovisual en el que se muestran muchas de las imágenes de los momentos más especiales vividos en nueve meses con los niños. Algunas lágrimas y la sensación de la fortuna que supone compartir trabajo, esfuerzo, e ilusiones con personas tan excepcionales. Un curso inolvidable, en todo caso.

Ya hace tres años que acabé tristísimo mi curso en Ansó, dos que finalicé aliviado el primer año en Peñarroya, y uno que concluí confundido el segundo año en Peñarroya de Tastavíns. Ahora ha terminado el cuarto año como aprendiz de maestro. Seguiré buscando los abetos, las hayas, y durmiendo todos los días que pueda bajo las estrellas. El tiempo corre demasiado. Buen Verano.