miércoles, 21 de febrero de 2007

SIEMPRE QUEDAN LOS LIBROS.

Hoy he recogido los relatos elaborados por los alumnos de la escuela para el concurso semanal de historias. Por primera vez, la participación se ofrecía a todos los niños de la escuela, y el resultado ha sido muy bueno, habiendo participado casi todos. Mención especial del jurado para Laura, una niña de 5 años que ha hecho una historia fantástica.

Pensaba colocar una foto de libros, pero mis despistes lo impiden. Sentirse solo, cosa que no tiene nada que ver con estar rodeado de más o menos personas, tiene alguna cosa buena. En mi caso esta cosa se refiere a la lectura.

El sábado gasté lo que quedaba del sueldo de febrero en la librería. Creo que tengo latas y botes de conservas suficientes para llegar a marzo.

En primer lugar, filosofía. Me atrajo su color verde, y no pude resistirlo: Kafka en la Orilla. La librera me dijo que me gustaría, así que no hubo más que hablar. Está por cumplirse nuestro sueño: una escuela rural y una librería. Aunque no vendamos nada. Cincuenta millones…

Mi Familia, de Daniel Nesquens. Citado como bonito por Mariano Coronas en su blog, así que tampoco había nada que pensar.

También un pequeño librito sobre la correspondencia entre A. Einstein y niños que le escribían variopintos mensajes. Muy divertido y curioso, indicado para algunas actividades de clase.

En cuarto lugar, Ainielle, la Memoria Amarilla, de Enrique Satué. Tras leer el año pasado a Severino Pallaruelo, la Lluvia Amarilla, de Julio Llamazares, y Pirineo de Boj, del propio Enrique Satué, ya hacía días que pretendía comprar este libro. Su autor es un maestro que tengo muchas ganas de conocer. Me impresiona el estudio etnográfico de sus muchos libros, que, además, se desarrollan en esa tierra de la que digo que soy, aún sin haber nacido allí (repito, no soy de donde nací, qué culpa tengo yo; yo soy de donde me siento). El cariño, la emoción, y el respeto con los que se escriben estos libros creo que son realmente especiales. Y otro detalle. El año pasado pusimos por aquí una breve reseña de lo que nos había gustado Pirineo de Boj, y Enrique Satué envió un correo para agradecer la cita y felicitarnos por nuestro trabajo. En maestros pequeñicos como nosotros un gesto de tal generosidad es un regalo inigualable.

Y rematé la factura con dos de esos libros grandes de PRAMES que dejan temblando el bolsillo. Esto tiene que ver con David Gómez Samitier. Hace unos meses traje a la escuela un bonito libro sobre rapaces de este señor. Poco a poco, mi hermano y yo le seguimos la pista hasta conocer que era un forestal de la zona de Caspe, y uno de los ornitólogos y fotógrafos de la naturaleza de mayor prestigio de Aragón. La tragedia llegó el día que Pablo se enteró que había muerto el año pasado junto a su mujer y sus dos niñas en un accidente de tráfico. Hay personas que debieran morir bien tarde. El Silbido del Cierzo es una obra coordinada por David Gómez en la que participan reconocidos biólogos y naturalistas, abordando diferentes asuntos de la fauna y flora aragonesa. Un libro precioso de leer y de mirar. El segundo, Reflejos de Vida, supone una recopilación de los trabajos de los mejores fotógrafos de naturaleza de Aragón, y desgraciadamente se acabó editando en memoria de David Gómez. Anoche leí este último, y acabé durmiéndome con la tremenda tristeza de leer las despedidas de sus compañeros. Personas capaces de emocionarse con una puesta de sol o con los reflejos de una bonita luna llena, capaces de aguardar diez horas escondidos hasta conseguir captar la mejor foto de ese milagroso pajarito, y de tantas otras cosas. Personas capaces de mirar cada pequeña maravilla que nos rodea. Miradas atentas a la vida.