jueves, 23 de marzo de 2006


Permítaseme hoy no comentar cosa alguna. Hoy sólo traigo a la memoria una poesía (G.A. Bécquer) que sonaba frecuentemente en las clases de otro de mis maestros ya fallecidos. Se contaba de él que tenía todo el dinero que era posible tener, y que se dedicaba a la enseñanza por puro placer. En todo caso, guardo con cariño su recuerdo.


Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.

¡Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul!

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!