miércoles, 17 de diciembre de 2008

DOS ILEGALIDADES Y OTRAS ZARANDAJAS.

Buscando el norte, que es el sur.

Acabaré el dos mil ocho con la sensación de fatiga y agotamiento mayor desde que intento ser maestro. El recuerdo de otros cursos tiene que ver con meses de mayo y junio llenos de sorpresas, alegría, y energía. Sin embargo, esta vez experimento, sin llegar a los cuatro meses de trabajo, una necesidad de descanso y desconexión nunca antes sentida. Me disgusta esa necesidad vacacional; me parece una evidencia indeseable.

Tras este tiempo, y con el primer trimestre ya finalizado, percibo nítidamente algunos progresos experimentados (desde la simple adaptación a un entorno tan diferente y especial hasta el planteamiento de sesiones con cierta coherencia y adecuación a los alumnos), pero sigo haciendo sesiones tan ridículas e improcedentes como la primera semana de curso.

Quizá el año finalice la semana próxima con un encuentro internacional e ilegal de EF, con dos asistentes apuntados por el momento. Otro pero que añadir al curso: el alejamiento de compañeros de EF con los que aprender. Igual que escribimos (…) aquí sin saber bien por qué, simplemente porque existe un impulso y una necesidad de hacerlo, o, quizá, porque la vida se ve de otra manera cuando es contada, también sentimos la necesidad de avanzar, de ofrecer algo mejor en el trabajo. Con la duda de hasta qué punto tiene sentido subordinar otras tareas importantes, sin comprender por qué pasa por la cabeza quedar una vez al mes en Lérida para compartir y avanzar, …pero haciéndolo porque así se siente. Ni siquiera lo hemos soñado antes, como el arquitecto o Víctor Juan, porque hay noches en las que más vale dormir.

Y cada noche unas líneas antes de cerrar los ojos. Que los versos sean los últimos chispazos del día para un aturullado espíritu, o sistema nervioso, o lo que demonios sea:

Ya duermen en su tumba las pasiones
el sueño de la nada;
¿es, pues, locura del doliente espíritu
o gusano que llevo en mis entrañas?

Yo sólo sé que es un placer que duele,
que es un dolor que atormentando halaga,
llama que de la vida se alimenta
mas sin la cual la vida se apagará.

Creyó que era eterno tu reino en el alma,
Creyó tu esencia esencia inmortal,
Mas si sólo eres nube que pasa,
ilusiones que vienen y van,
rumores del onda que rueda y que muere
y nace de nuevo y vuelve a rodar,
todo es sueño y mentira en la tierra,
¡no existes, verdad!

(Rosalía de Castro, En las orillas del Sar).

Ayer, el amigo islandés, nos contó lo de los delfines. Por supuesto, me ofrecí voluntario para la próxima. Estoy casi seguro que llegado el caso acabaré en el calabozo, pero la vida está penetrando en parajes donde cierto riesgo comienza a ser una imperiosa necesidad.