miércoles, 14 de marzo de 2012

SOLEDAD ASTRAL. ENSOÑACIONES Y OTRAS MENTIRAS.

Cuando comencé a tener fiebre hace unos días la segunda o tercera cosa que hice después de maldecir mi salud fue alegrarme por la previsible llegada de un momento de lucidez mental que suelo tener en estos periodos. Recuerdo mi fiebre del año pasado, más cordial y cercana, que en pocos días me hizo acabar escribiendo no sé que historias a las cuatro de la madrugada. Ahora no sé donde estarán esas palabras y, bien pensado, quizá la supuesta lucidez sea realmente un pequeño momento de delirio donde las miserias e ideas endebles se muestran lascivamente importantes.

En todo caso, aún renqueante, la revelación pudiera estar al llegar.

Sí ha sucedido que con las subidas y bajadas de temperatura, con los efectos de las maravillosas drogas-medicina, con el dormir a ratos y la vigilia a deshoras, la realidad (lo que percibimos de ella, ya me entienden) se ha mostrado de un modo fragmentado muy divertido. Cada día se ha configurado con unos cuantos pedazos de realismo y una buena cantidad de retales de ensoñaciones. Este es otro gustazo agradecido a la fiebre: la desatada actividad onírica: esta noche un doctor quería añadir a mi vacuna para la alergia una pequeña cantidad de escorpión molido. Además, el doctor olía de maravilla y resultaba tremendamente atractivo. Poco después, unas motos que seguían el Tour de Francia se han desviado para introducirse en un río que les acababa cubriendo por completo. Seguían y al poco rato se reincorporaban a la prueba. Se generaba una gran preocupación por la afectación del frágil ecosistema fluvial.

Contaba lo de la realidad fragmentada. Tan sólo quería mostrar algunos de esos fragmentos:

En primer lugar les anticiparé un problema que me ronda y al que atribuyo la responsabilidad de mi enfermedad: los colores. Llevo semanas dando vueltas al asunto de la inexistencia de los colores. Los colores como producto mental del hecho físico de la naturaleza ondulatoria de la luz y de las propiedades de los cuerpos que la reflejan. Miren alrededor. Yo ahora veo unas casas, algunos pinos heroicos, y unas montañas lejanas con sus aerogeneradores. ¿Lo imaginan sin color? Si intento imaginarlo me pasa como con la muerte: me mareo y tengo que buscar otro asunto que me distraiga. Los físicos son gente peligrosa. Más que los mercados financieros y los grandes especuladores.

"Va a actuar como dique de contención para que no se siga destruyendo empleo. La reforma va encaminada a aumentar la empleabilidad de las personas". No sé dónde he escuchado o leído esto, pero lo apunté como pude en un trozo de pañuelo de papel. Cuando oigo a las compañías telefonistas hablar de portabilidad, aún no sé qué quieren decir. Imaginen si estoy lejos de entender la empleabilidad de las personas. Me imagino un chiste de El Roto donde un señor con bigote y un puro encaja personas en una especie de tetris gigante. Al lado hay un cubo con las piezas rotas o las que tienen poca empleabilidad.

En otro momento también atrapé una frase de Gandhi. En este caso lo trajo un Gurrión de Labuerda (¿sabría el pájaro de la cita anterior?). Me la guardé también: “He aquí las cosas que nos destruirán: la política sin principios, el placer sin conciencia, la riqueza sin trabajo, la sabiduría sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad”. Recuerdo un pensamiento pasado, era sobre el progreso, sobre su inexistencia, y su naturaleza de ilusión mental asociada, quizá, al paso del tiempo. Esta cita y lo que se muestra hoy al contemplar el mundo lo corroboran.

El maestro. Hace tiempo que me arrepiento de lo que me toca en no tener más amigos. Ahora me encantaría tener veinte o treinta de ellos con los que cenar cada día y escucharles sus explicaciones sobre la vida. El caso es que uno de los que sí tengo me regaló un trocito de vídeo con José Luis Sampedro. Y eso es un regalazo. Reescribiría cada una de sus palabras, pero me conformo con una frase sencilla y que me pareció de plena vigencia en este tiempo de contradicciones entre la libertad absoluta o su absoluta ausencia: “Desde el principio nos enseñan a creer en lo que dicen las autoridades y luego a razonar sobre lo que hemos creído… no, no, la libertad de pensamiento es al revés: primero razonar, y luego creeremos en lo que nos haya parecido bien de lo que hayamos razonado; si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor

El penúltimo fragmento para J.A. Labordeta. El Rolde de estudios aragoneses ha editado un homenaje para esta persona con parte de sus colaboraciones en esta publicación, con algunas entrevistas y con textos que hicieron sus amigos tras su muerte. He leído varias ideas valiosas. Una con la que podré explicar un sentimiento hacia muchos ya muertos: “José Antonio, te has ido antes de hora, como todos los grandes”. Nunca había caído en la cuenta de que para estas personas aún una vida de 150 años nos resultaría escasa. En segundo lugar, una frase bien amiga de este blog: “cuando me asomo a la ventana y miro hacia fuera, todo me parece absurdo. Y el absurdo de la vida es algo demasiado demoledor”. Y lo gordo, un pensamiento que asusta: por venir de quien muchos consideramos la referencia en honestidad intelectual y por, quizá (¿les ocurre?), identificarnos con él: “las actitudes fundamentales de quien se enfrenta a la vida de un modo racional son: o pegarte un tiro (que es la actitud más consciente y más heroica), o colaborar en todo tipo de iniciativas de un modo activo (o sea, meterte en una especie de vorágine, de actividad continua), o retirarte (al desierto, a donde sea, y prepararte para una supuesta vida futura)” (ROLDE, 1983)

Para cerrar esta ventana sobre la inexistencia y la irrealidad (¿es lo mismo?), otra idea robada al vuelo y apuntada a la carrera. De otro que deberá vivir, al menos, 150 años, A.M. Molina: "El yo no es una figura sólida y estable sino un relato en marcha que la mente está contándose siempre a sí misma, una tentativa permanente por otorgar coherencia y continuidad al laberinto simultáneo de las operaciones cerebrales y a la multiplicación alucinante de los estímulos de los sentidos"

Hay mucho más, pero ahora debo retirarme y esperar la llegada de la fiebre, a ver si me espabila un poco.

El título SOLEDAD ASTRAL es otra expresión recogida de J.A. Labordeta.