martes, 17 de julio de 2007

AÚN SIN NOTICIAS DE GURB. PROPÓSITO DE ENMIENDA (O DE TORCEDURA MAYOR).


Espacio de neuronas y sinapsis, corrientes y neurotransmisores; ese lugar donde algunos aseguran se encuentran el alma (el que posea, que yo no tengo la suerte). Por allí vagan estos días, sin orden aparente, ideas grises, quizá contagiadas del color encefálico.

Me pregunto si habré elegido bien mi oficio. Aquello a lo que me he de dedicar tanto tiempo. Sigo pensando en mi vida forestal, con árboles y seres de los irracionales (ya saben…) como únicos compañeros. Cada día observo más orden, más coherencia, más sentido, más paz, más armonía, más VIDA, más sosiego, cuando echo un vistazo por la ventana y veo cuatro árboles con tres pájaros que cuando vuelvo la mirada y caigo en el mundo de las falsedades, tonterías, convenios de lo correcto, apariencias. El de las personas. Dedico, obligado, demasiado tiempo a cosas y personas que no merecen ni un segundo, y todo este rodillo burocrático-formal amenaza con engullirme. Además, como la mentira repetida mil veces que se convierte en verdad, la sinrazón aplicada por sistema parece convertirse en cosa normal, y el sorprenderse señala a uno como un insensato agitador.

O finalmente, trabajar en cualquier cadena robotizada (entiéndase oficina, obra, o frutería). En algunos casos, al menos, el no pensar demasiado forma parte ya del contrato, por lo que se evita la humillación de creer en un producto y entregar (o tener la intención de hacerlo) media vida a él mientras los propios jefes lo desprecian y se burlan.

Quizá vaya siendo momento de cambiar algunos muebles del salón. Quizá ya sea hora de hacer lo del arquitecto soñador. Será mejor invertir esfuerzos en soportar y compensar las consecuencias, las penas, multas y castigos, que en aceptar un tiempo (o una vida, quién sabe) inmoral, hueco, vacío.

Cerca de sesenta horas sentado, mirando tras la ventana esos cuatro árboles con sus tres pájaros, con las agujas avanzando inexorablemente aumentando el disparate. Doscientos dieciséis mil segundos maldiciendo el momento en el que uno no tiene el valor de decir NO.