lunes, 7 de mayo de 2007

APURANDO LAS ÚLTIMAS GOTAS.

Hace unos días unos niños vinieron corriendo a buscarme diciendo que habían encontrado egagrópilas de búho en el patio de la escuela, en pleno partido de fútbol. Yo me reí y no les hice mucho caso, pero me arrastraron hasta allí y con aires triunfales me mostraron esas bolitas de pelo y huesos de una, probable, lechuza. Quedaron orgullosos de sus capacidades de rastreo, pero, sobre todo, quedé, y quedaron felices, por poder descifrar parte del ignorado lenguaje de la naturaleza.

Otra niña me vio leyendo el otro día unos libritos sobre botánica y se mostró interesada por una guía sobre flores de montaña. Hasta el punto que trajo a clase el dinero para que se lo comprase. Este sábado acudí a la librería, tras el monumental atasco de la desmesurada y desfigurada Zaragoza, y le compré el libro. Le incluyo una breve nota consultándole si será capaz en unos cuantos años de admirar en la naturaleza todas las referencias que aparecen en el libro. Quizá descubra un nuevo camino.

El jueves visitaremos el Mas del Buñol, un lugar creado por dos aventureros con ilusión y un espacio único en Europa en el observaremos aves carroñeras a unos pocos metros en completo estado salvaje. Por la tarde comeremos juntos donde podamos y daremos un paseo por la inmediaciones de Valderrobres.

Además, he invitado a dos personas para pasar con nosotros ese día y el siguiente. Pablo vendrá ataviado con su telescopio y su microscopio. Con unas cebollas, un par de escupitajos, y un poco de pan de rana, trataremos de escrutar el universo de lo pequeño, de lo diminuto, la dimensión en la que comienzan las cosas, y los sueños. Un espacio que, como los demás, solemos obviar y despreciar.

Ricardo, por otra parte, es un reputado ornitólogo que trabaja en el centro de interpretación de la naturaleza del Galacho de Juslibol. Por pura afición y afán divulgativo ya ha pasado por algunas escuelas tratando de acercar a los niños algunos pequeños milagros que nos rodean. Vendrá pertrechado con plumas de mil especies, con fotos, y con ganas para salir al campo y compartir con los niños unos momentos de aprendizaje y placer.

La prensa para secar hojas ya está construida. Unas cuantas maderas, tuercas, tornillos, varillas roscadas de acero, …, fueron suficientes para que las manos expertas de mi casero produjeran el instrumento con el que construiremos nuestros herbarios.

Ya tenemos cita con la luna. Se disculpó por su retraso, y prometió cumplir su horario dentro de dos semanas. Entonces volveremos a visitarla, y volveremos a mirar el cielo en busca de algunas respuestas. O simplemente miraremos, sin esperar ya nada.

Ayer visité el cementerio. Una tía de mi madre, una señora vieja, trabajadora, sabia como lo eran antes, sosegadamente me mostró el lugar donde será enterrada. No dentro de mucho, dijo. La miré intentando apropiarme de sus pensamientos. Pasaron unos segundos y comenzamos a caminar alejándonos del lugar. Pregunté a mi abuela, a bisabuelos, a familiares lejanos. Miles de preocupaciones, de momentos, de explosiones de felicidad, de tragedias, de amores, de hijos, de besos y de abrazos, de últimos abrazos como los que ahora doy a Paula, a mis padres y a mi hermano. Todo resumido y concentrado allí.

Sigo mirando el cielo, sigo escuchando a los pájaros, sigo pensando, leyendo, pero todo se ha ido al carajo. La visión ha sido espantosa, y apenas me deja dormir. No sé dónde podré obtener algunas respuestas. Creo que no las hay.