miércoles, 29 de noviembre de 2006

EN CUANTO PUEDA, ME BAJO.

“O cambiamos nuestra manera de producir y consumir o vamos hacia un desastre socio-ecológico de proporciones inimaginables”. Esto dice Jorge Riechmann, presidente de Científicos por el Medio Ambiente (CIMA), y conferenciante hace pocos días en Alcañiz.

Leo también que los de la nieve y las grúas andan con sensación agridulce. Por una parte sienten que no haya nevado porque las pérdidas que sufrirán en el próximo puente serán cuantiosas. Pero, por otra parte, la bonanza climatológica les permite prolongar sus obras. Ya saben, quito estos pinitos de aquí, echo un montoncico de cemento allí, campo con veinte hoyos ahí arriba (en la puntica de la montaña, por las vistas) , etc. Estudios meteorológicos en los Alpes informan que en los próximos 20 años deberán cerrar el 50% de estaciones invernales por falta de precipitaciones. Mientras, nuestro modelo de desarrollo, Spain is different, se basa en seguir construyendo y ampliando las pistas.

El asunto no me duele especialmente por el ser humano, que es quien, al fin y al cabo, está generando la tragedia. En todo caso, me duele por los antepasados que sobrevivieron duramente y nos permitieron hacer las barbaridades actuales, y, sobre todo, por la maravillosa naturaleza víctima de nuestra condición miserable. Quizá hubiera sido mejor idea ser un celacanto, o una serpiente lisa meridional.

Estos días reviso prensa atrasada para seleccionar noticias para mis alumnos, y, además de aspectos relacionados con lo anterior, suelo encontrar algunas perlas de la inteligencia humana:

El asunto del tabaco, y de la polémica iniciada por la Comunidad de Madrid al contravenir la norma marco nacional. Lo último en esta estéril discusión se refiere a la queja de los fumadores causada por su reclusión, dentro de restaurantes, en zonas cerradas. Indican que en estas zonas se acumula todo el humo y acaba molestándoles. Tuve que releerlo varias veces, pero no, no había letra pequeña, ni doble fondo, ni as en la manga, ni nada de nada. Tal cual, el tipo soltó el despropósito y lo enlazó con sus siguientes argumentos. Anonadado y perplejo.

Argumentación de padres, conserjes, personal de cocina y limpieza sobre la conveniencia o no de que la escuela de los niños celebre el festival de navidad con villancicos o con rituales paganos. Ya siento que el periódico y la televisión no encuentren otros asuntos educativos durante el año para tratar, y que deba atender semejante problema. En todo caso, el lío parece inevitable, porque se vende que la escuela es laica y esas cosas, pero luego ocurre que antes de la clase de conocimiento del medio los niños reciben clase de religión, la mayor parte de las fiestas son de índole religiosa, los trimestres se organizan según estas festividades (tercer trimestre ridículo por segundo año consecutivo), etc. Ambigüedad permanente.

Leo a otro que dice: “el mundo es muy difícil de entender”. Será eso. O igual es que lo estamos haciendo ininteligible.