lunes, 4 de septiembre de 2006

UNO DE SEPTIEMBRE.

Supongo que esta fecha será ya siempre especial el resto de mi vida.

Cuando era joven no estaba atento a lo que iba a pasar. A posteriori, meditabas y comprendías lo vivido (si lo comprendías). Ahora, siendo ya mayor, eso ha cambiado, y, al comenzar un asunto como el de este nuevo curso y vida diferente, los sistemas de percepción ya están alertas en previsión de sorpresas, imprevistos; teniendo ya claro que seguro que pasan cosas muy especiales.

Me molesta no poder expresarme con total claridad en algunos aspectos, pero, de momento, debo guardar formas y respeto ante ciertos formalismos. Cosa que odio infinitamente. Diré que las sensaciones el año pasado, en la primera reunión de Puente la Reina, fueron distintas.

Desconozco los mecanismos de la creatividad, por lo que me resulta curioso que ayer mismo barajaba mil asuntos que deseaba comentar y hoy apenas sé qué puedo contar. En todo caso, durante este curso resultará dificultoso escribir aún cuando haya ideas abundantes, puesto que el ADSL de mi amada telefónica (ya sé, pero es que no creo que merezca la mayúscula) no es rentable por aquí, y la conexión vía satélite de la escuela te permite rezar quince padresnuestros mientras se carga cada página.

Ahora quedan por delante unas semanas de sacar cachivaches de las cajas, conocer niños, padres, comenzar las expediciones silvestres, aprender cada cuesta y cada curva sobre dos ruedas sin motor, remendar de vez en cuando alguna pequeña grieta en el corazón, que comenzaba a ablandarse y hacerse bueno otra vez, si antes lo fue, tras dos meses con la gente que me quiere. El comedor casi oscuro, solitario y silencioso, tratando de acertar a escribir 4 cosas sobre lo que siento.