miércoles, 17 de marzo de 2010

ANECDÓTICA RAZÓN POR LA QUE TRABAJAR EN UNA ESCUELA RESULTA CIERTAMENTE DOLOROSO A ESTAS HORAS DE LA TARDE.


Les contaré por qué dicen que este oficio es a veces muy complicado. Una de las razones que yo conozco, al menos:

Contexto: clase de educación física con uno de los grupos de la escuela de mayor nivel. Totalmente autónomos y con una dinámica de trabajo muy buena durante el curso. Son seis alumnos. Comenzamos un nuevo contenido porque el trabajado hasta la fecha no ha evolucionado como esperaba. También hoy está con nosotros una alumna en prácticas recién iniciadas.

Les recojo en clase, les pregunto por la semana y por su vida, acudimos a la sala donde recogemos el material y de allí a nuestro rincón de recreo. Nada más salir, sin haber dado aún diez pasos, un alumno se cae y yo salgo corriendo como un rayo. Es la primera crisis epiléptica que me toca gestionar. Las enfermeras estaban muy cerca, así que la actuación ha sido rápida y eficaz. El alumno se va dormido en camilla y el resto vuelven de donde les había mandado a dar un paseo durante el percance. Uno de ellos llega con un enfado importante por un asunto aparentemente nimio, por lo que su comportamiento durante el resto de clase será ya difícil de gobernar. Dos alumnos menos. Además, otro alumno se dejará llevar por el anterior, así que tampoco trabajará demasiado y su comportamiento será malo. Tres alumnos menos. Quedan tres alumnos para una actividad pensada para seis. Los tres que faltan son precisamente quienes debían marcar el ritmo de la actividad y arrastrar a los otros. Además, el ambiente está muy alterado por la combinación entre hormonas ya adolescentes y la joven alumna de prácticas, lo que añade mayor complejidad en el manejo de los comportamientos desajustados. Así, la actividad languidece, introduzco algunas modificaciones que no resuelven nada, y se da otro problema de índole personal que acaba colocando la guinda final al pastel (observo cada día magníficos ejemplos de gestión donde trabajan bien incluso los que no quieren, pero yo no sé conseguirlo). Intento apurar varias opciones pero la sesión acaba en caos ridículo sin sentido que me da vergüenza observar.

Acabamos en la sala, tumbados y esperando que pasen diez minutos horrorosos, con la sensación de haber realizado la peor clase de los cientos de ellas que ya habré dado, con vergüenza de que se asocie una palabra tan bonita como maestro a una sesión tenebrosa como esta.

Por cierto, permítanme decir que los toros no lo sé, pero los loros sí que sufren en las corridas de toros, sí que tienen sentimientos, sienten dolor a pesar de su indigna condición de animal no humano, y si se sienten un poco queridos… pues mejor. Como todos.

lunes, 15 de marzo de 2010

SOBRE LAS REVELACIONES OCURRIDAS AL TRAGAR EL QUESO Y LAS SETAS Y SOBRE LA VIDA QUE NACE.

El sábado, mientras tragaba un trozo de queso y una seta, tuve una revelación y pedí urgentemente un bolígrafo a la camarera para escribir en el mantel varias razones por las que yo era maestro, y algunas ideas clave para indicar en el preámbulo del proyecto curricular. Tras varios años de profesión y semanas de reflexión, comenzaba a ser muy preocupante no saber exactamente por qué soy maestro. Un rato antes, en la escuela Jean Piaget unas cuantas personas explicaban por qué son maestros de un centro excepcional.

La Granciudaddesarrollada suele vivir muy al margen de los ciclos naturales, pues no le afectan en sus intereses económicos y de crecimiento, pero hay pequeños resquicios, algunas grietas entre los engranajes que giran sin parar, con sordo y áspero sonido, por donde las almas melancólicas pueden atisbar algunos colores distintos al gris: algunos insectos que comienzan su vida veraniega, los aviones que presagian la llegada de sus primos golondrinas y vencejos, los halcones peregrinos entregados al sexo que precede a la vida, o los sauces, fresnos y álamos mostrando las incipientes yemas que dibujarán la foto cada día un poco más verde. Pronto comenzarán a cantar las ranas presas en el lago de hormigón, evocando un rumor de otro lugar enmarcado por el sonido enfermo de la autovía.

Comienza uno de los momentos más bellos del ciclo anual, donde la vida se renueva y se muestra exuberante. Pollos que piden comida desesperadamente, jóvenes con miradas curiosas, pasos tambaleantes, hojas que nacen y se estiran en buscan de luz. Cada año igual, y cada año igualmente fascinante.

Ya casi es abril. Ya han transcurrido siete meses de curso. Hace un año y medio pensé que sería incapaz de llegar hasta aquí. Pensé que me perdería en el camino. Ahora me siento privilegiado, e incluso siento gran lástima por abandonar en poco tiempo este centro.

sábado, 6 de marzo de 2010

BREVES EJEMPLOS SOBRE LOS NIÑOS Y LAS GANAS, O SU AUSENCIA, DE LLEVARLOS A CASA.

El perrico se asoma al precipicio


Cada barrio debe tener su dosis de césped y de bancos para que los niños puedan correr si la playstation se ha estropeado. El mío, anexo al rumor sordo de la autovía y sembrado de excrementos perrunos, sirve esta primavera para que una pareja de ánades reales pase un tiempo en su estanque. Allí estaba yo observando sus paseos, acicalamientos, inmersiones, cuando tres cachorros de humano de unos cinco o seis años se han acercado hasta su posición. Patos, se acabó vuestra calma esta mañana, he considerado con esperanza de equivocarme. Justo entonces han comenzado a gesticular y gritar a pleno pulmón “patos asquerosos, inútiles!”. Imaginen a tres niños gritando esto con todas sus fuerzas a uno de los pocos ejemplos de vida que pueden observar en su ciudad. Es terrible y desolador, he pensado. ¿Por qué les dirán asquerosos?, ¿por qué inútiles?, ¿acaso les conocen?, ¿por qué del desconocimiento surge ese odio, esa estupidez atroz y dolorosa?, ¿por qué no les han enseñado a maravillarse con ellos?



El jueves, niños y mayores disfrutaron del espectáculo de Slava Polunin en el teatro. Allí sentimos la mayor vergüenza de los últimos años escuchando a otros tres niños de cuatro o cinco años insultar a los actores con crueldad y mala educación alucinantes ante la pasividad absoluta de sus padres. Os odio, cabrones, os mataré, fueron algunas de sus expresiones. Por otra parte, al acabar la obra, sentimos la necesidad de acudir a la salida de actores, esperar a la niña de rasgos esquimales que aparecía en varios momentos de la obra e irradiaba armonía y belleza con su sonrisa magnífica, y regalarle un retrato humilde de la radiante Lilium martagon del valle de Bujaruelo.



Ayer, en Barcelona, visitamos a Alejandro, un alumno del curso pasado que este año ha tenido que viajar allí con su familia por cuestiones de trabajo. Ya he comentado alguna vez que en mi escuela los tutores realizan un trabajo tan exhaustivo y minucioso que acaban conociendo de un modo muy profundo a cada uno de sus alumnos: procesos cognitivos, hábitos, comunicación, juego, alimentación, emociones, y mil aspectos más son abordados en el trabajo diario, por lo que, en muchas ocasiones, los vínculos afectivos con los niños y la cercanía a sus familias son notables. Alejandro no sabía nada, así que cuando llegamos a su escuela y le dimos la sorpresa comenzó para él un día desbordante de alegría y felicidad junto a una tutora a la que quiere apasionadamente. Como pasamos el día con su familia, pude conocer a sus padres y a sus dos hermanos, que me regalaron uno de los ejemplos más hermosos, si no el que más, de familia unida, educada hasta el límite, cariñosa y, en concreto, de los tres niños que más ganas me han dado en los últimos años de llevarme a mi casa.



De vuelta a casa, de madrugada, mientras en el asiento de atrás curaban el sueño y el cansancio infinito, en los asientos delanteros no apareció señal de sueño a causa de la entretenida conversación sobre la educación especial, la educación física, la praxiología motriz, el currículum, los niños con plurideficiencia y su confinamiento en el olvido pedagógico, o los caminos tomados y por tomar.