viernes, 17 de marzo de 2006

Si mi profesor de filosofía hubiera podido mostrarme cosas como esta, unos cuantos vídeos y fotos...; simplemente un día en la gran ciudad. Entonces hubiese comprendido rápido qué narices quería decir Marx con lo de la alienación del hombre.

Hoy hemos hablado un poco en clase del botellón. Es bonito hablar con personas cuya corta edad aún les permite reparar en las cosas evidentes, y, por tanto, no entender el propósito de las masas adolescentes dispuestas a beber veneno hasta que su cuerpo se rinda.

Me he permitido unas parodias de los sesudos argumentos de los bebedores, y los alumnos, entre risas, coincidían en que no eran razones de excesivo peso. Muchos alumnos también saben que sus padres se manifestaban cuando eran jóvenes por razones sociales, de injusticia, de libertad, de ...; Y algo resulta extraño en estas nuevas quejas de los jóvenes: "pedimos derecho a acabar vomitando en las calles". Los tiempos cambian.

La verdad es que estas cosas se escapan a mi comprensión. No sé donde están las inquietudes de todos esos miles de chicos, ni sé donde están sus padres poniendo un poco de sentido común. Me parece una juventud malgastada.

Recuerdo mis años de estudiante universitario: los momentos en los que la clase realmente estuvo unida fueron aquellos en los que tuvieron que protestar porque en no sé qué fiesta les pretendían poner unas limitaciones a la hora de servir cerveza. Esos potenciales maestros estaban indignados: cómo iban a pedir 10 barriles menos!. Los derechos son los derechos.

El año pasado, mientras hacía una cosa con no demasiado sentido, escuche una conferencia de un dirigente político argentino en torno al dopaje. Fue un placer escuchar su oratoria y su lucidez. Una de las imágenes que consiguió grabar en mi cabeza fue la que se refería a que la explicación del dopaje había que buscarla en la sociedad general. Una sociedad moderna química, dijo. Sociedad en la que hay una pastilla para dormir, otra para despertar, otra para no comer, otra para comer, una para ...., otra para...

Pues supongo que esta juventud tan alcoholizada y drogada no es sino fruto de esa sociedad química. Aunque, al menos, esos futuros ingenieros entrevistados en el CPS de Zaragoza podían defender con un poco más de inteligencia su derecho a emborracharse, su derecho a dejar todo un barrio lleno de basura y mal olor, y su derecho a alterar la vida de las familias del barrio, cuyos hijos incluso debían tomar precauciones por si el alcohol traía algún efecto colateral poco deseable. Vivir en un pueblo vuelve a alejarme de estos problemas.

Conozco a varios abuelos que mañana madrugan, como los últimos 70 años, que gustosos se llevaban a alguno a trabajar a primera hora.