jueves, 21 de septiembre de 2006

OJALÁ SUPIERA CÓMO TITULAR ESTO. VARIEDADES, QUIZÁ.

Creo que hace ya casi un año que comenzamos a escribir el blog.

En este tiempo, aún hay ocasiones en las que dudo si algún tipo de idea es propia o no de este lugar.

Me sorprende que alguien lea todas estas desbarajustadas palabras que se van amontonando, y siento cierta vergüenza, que supongo tendrá que ver con el pudor de mostrar los interiores del cerebro.

El objeto inicial se refería a nuestro día a día escolar, a sus inquilinos, a nuestros problemas y avatares. Pero ahora siento que este día a día es tan desconcertante que ya no sé si estoy hablando de la escuela, de mí, o de nada.

Al margen de sentimentalismos, me parece muy curioso pensar que mi estado de ánimo el año pasado era totalmente distinto al de este año. Pienso en las razones. No sé si tiene que ver con la escuela, simplemente con el paso del tiempo, únicamente con mi cabeza,…; realmente lo desconozco. Lo que sí sé es que afecta a mi manera de dar las clases, e intento evitarlo por todos los medios.

En clase, me veo incapaz e inútil con un niño que necesita una atención exclusiva que únicamente llega en forma de ocho horas semanales con la maestra de educación especial. Veo que cada mañana únicamente he podido atenderle unos cuantos minutos, y sus potenciales progresos se evaporan cada día. El resto de niños aún no tienen la madurez y autonomía suficiente para trabajar solos un pequeño rato y permitirme así atender preferentemente a su compañero.

Hoy he vuelto a oír eso de “deben escuchar a los de abajo”, a cuento de la ley de educación de Aragón que se está tramitando. Supongo que la expresión tiene su lógica, pero odio semejante construcción. Esa especie de entramado social tipo esclavos egipcios moviendo piedras o colonia de hormigas recogiendo comida del suelo que evoco al oírla y que me produce mala gana.

He pasado la tarde intentando organizar las asignaturas para el curso. Retomo actividades del año pasado, copio propuestas (los niños ya recitan esta semana su primera contraseña poética, y tengo en mente algo relacionado con la lectura y los padres…), surgen posibilidades por todas partes (mañana me guardan en la carnicería corazones y pulmones de vaca, riñones, hígado, e intestinos variados; espero la participación en la clase de personas para temas de fauna, flora, tradición, universo,…). En educación física ya espero ansioso poder retomar algunas cosas tan bonitas y productivas como las aprendidas el año pasado con mis compañeros. Ya tengo mil carpetas creadas, mil quinientos archivos variados, directorios con una profundidad de esas que atascan el ordenador.

El consuelo de poder refugiarme en la parte más personal de mi trabajo, en su dimensión creativa e íntima, es lo que me va suministrando mis dosis de felicidad.