jueves, 2 de julio de 2009

INFINITAS RUEDAS EN GIRO PERMANENTE.


El camino discurría entre inabarcables bosques de pinos, abetos, hayas, tejos, y serbales. De vez en cuando aparecían algunas plantas temibles, como la belladona o la dulcámara (familiares de tomates, patatas, y tabaco), y otras magníficas, como las diversas orquídeas, el hipérico, o el martagón. Escarabajos, arañas, mariposas y el resto de seres diminutos cumplían un día más el contrato con sus respectivas plantas y ofrecían tesoros a los que sabían mirar con la suficiente paciencia y el necesario conocimiento. Los pájaros realizaban sus asuntos y envolvían el bosque de melodías ininterrumpidas: el tamborileo de los picapinos, el silbido agudo del agateador, y los cantos de los pinzones, currucas y otros seres de los aires. El joven camachuelo, con unas pocas semanas en este mundo, comía fresas silvestres felizmente. Por encima, los aviones y vencejos dibujaban sus alargados trazos blancos y negros, mientras, controlándolo todo y tocando el cielo con los extremos de sus alas, águilas reales y buitres escrutaban el valle arrastrados por las corrientes de aire. El mismo viento de casi todos los días, en el aire la fragancia por la que suspirarían en Grasse, y paredes calizas infinitas propias una escala de gigantes por donde se descolgaban larguísimos hilos de agua que se abrazaban en el fondo del valle. Un ciclo que rueda cada día. Estemos o no. Vivamos o no.

En otra parte, en el lugar moderno y encementado que crece y crece (la Gran Ciudad Desarrollada), el curso escolar ha concluido. Junio ha sido un mes de gran aprendizaje y mucho trabajo. No sé aún qué pensar: revolotean experiencias memorables y emocionantes junto a otros aspectos en los que he fallado estrepitosa y dolorosamente. La imagen de lo que ha supuesto la escuela este año se resume en treinta o cuarenta personas que se juntan el último día para despedir el curso y que son sorprendidas con la proyección de un audiovisual en el que se muestran muchas de las imágenes de los momentos más especiales vividos en nueve meses con los niños. Algunas lágrimas y la sensación de la fortuna que supone compartir trabajo, esfuerzo, e ilusiones con personas tan excepcionales. Un curso inolvidable, en todo caso.

Ya hace tres años que acabé tristísimo mi curso en Ansó, dos que finalicé aliviado el primer año en Peñarroya, y uno que concluí confundido el segundo año en Peñarroya de Tastavíns. Ahora ha terminado el cuarto año como aprendiz de maestro. Seguiré buscando los abetos, las hayas, y durmiendo todos los días que pueda bajo las estrellas. El tiempo corre demasiado. Buen Verano.

jueves, 18 de junio de 2009

NOCTAMBULISMOS.

Es Tastavín, el perro que apareció en la carretera para salvar a sus hermanos y decidió quedarse.

La semana pasada quedé con dos niños de la escuela para hacer una excursión a los Galachos de Juslibol. Pasamos la tarde juntos, y la excursión permitió pasear con el pequeño Tastavín, tirar piedras para hacer “la rana” en los lagos, jugar con palos, merendar bajo la sombra de un álamo, y todas esos asuntos tan serios que un niño debería poder hacer cada día. Durante las tardes de las dos últimas semanas he preparado las reuniones de evaluación de cada aula. Al reflexionar, pienso en los niños, pero especialmente en mi trabajo, en mi intervención, y llego a la conclusión de que no sé hacer casi nada, que lo conseguido tiene siempre más relación con la maduración del niño, con el hecho de conocernos mejor (aquí el mérito es simplemente para el tiempo y su implacable avance), o con otros factores. Me doy cuenta que lo que hago bien es estar con los niños, pasear y jugar con ellos, acompañarles al Galacho de Juslibol y hacer que vuelvan contentos a sus casas, contarles historias, …, compartir fragmentos de la vida, en definitiva. Y no sé si esto es importante o no, si forma parte de mi trabajo, pero definitivamente es lo que mejor sé hacer. Para realizarlo a diario necesito un pueblo.

Haber adquirido algunos recursos me está permitiendo acabar el curso en buena forma, y necesitar menos las vacaciones de verano que lo que necesité las de navidad o semana santa. De forma sobresaliente y excepcional, conocer mejor a los maestros y resto de profesionales con los que comparto escuela está significando un hecho de riqueza infinita. Mi experiencia previa se resume en tres años, lo cual puede resultar exiguo, pero creo poder afirmar que difícilmente volveré a estar en otro centro donde todos y cada uno de los maestros sean ejemplos de dedicación y amor por su trabajo como aquí ocurre. Y (activar negrita, mayúsculas y lucecitas de colores) donde, cuando hay que tomar una decisión, lo natural resulta considerar a toda costa las opciones de mayor beneficio para los niños. El esfuerzo necesario para conseguirlo, lo oficial, lo burocrático, etc., irán después.

Siento por primera vez el placer de reuniones de evaluación de varias horas en las que se analizan desde mil ángulos cada uno de los detalles que rodean a cada niño, de tutores que escuchan con interés sobre unos tipos de educación física que trabajan en algo llamado praxiología motriz, e incluso indican que sería muy positivo poder escuchar a alguno de ellos en la escuela. El placer de un trabajo difícil donde cada segundo está invertido en aportar beneficios a los alumnos. Lamentablemente, está ciento sesenta kilómetros al sur del lugar donde debería estar.

Hoy los niños me han hecho sentir feliz nada más entrar a la escuela, me han dado esas muestras de cariño que hacen de este trabajo una experiencia conectada de manera tan especial con la vida y con las emociones. Por la noche me han llamado dos niñas de Peñarroya para felicitarme y decirme que se acordaban de mí. Espero verlas pronto.

Hace poco leí sobre un pueblo aborigen que se sorprendía absolutamente al conocer la costumbre civilizada de celebrar los cumpleaños, cuyo único mérito recae en el paso del tiempo (dos veces ya nombrado el paso del tiempo…). Al contrario, cuando uno de sus miembros sentía que era mejor en algún sentido, que había perfeccionado alguna capacidad de su persona (más sensible con los demás, mejor cazador, mejor recolector, más útil para el grupo en algún aspecto, etc.), lo comunicaba al grupo y celebraban una gran fiesta. Y con esta idea me despido, pues me parece maravillosa.

Sigo con la desconcertante aula seis.

sábado, 13 de junio de 2009

DE CUANDO UNO SALE DEL TRABAJO SINTIÉNDOSE AFORTUNADO POR LO COMPARTIDO.

Con los últimos suspiros de energía del día, puedo teclear que ha sido una semana memorable en la escuela. Aquellos que sean maestros sabrán el valor de esta afirmación cuando ésta era la semana de reuniones de evaluación, entre otras tareas. Cuando me jubile, si tengo la suerte de ello (cada día vivido como si fuera el último...), recordaré este tiempo como aquel en que tuve la fortuna de compartir trabajo con muchos de los mejores y más involucrados maestros con los que se cruzó mi camino.

Maestros hasta los huesos que lloran la ausencia de un alumno el curso próximo. La suerte de un trabajo en el que todo el mundo hace horas extras a cambio de nada (material, se entiende) por auténtico amor a la profesión, a los niños.

Cuando duerma un poco me explico mejor.

jueves, 11 de junio de 2009

DOS FOTOS MAJAS Y SIGO CON LA TAREA.

Junio es el mes de las ojeras, incluso una vez convertido en marciano (y en ansotano). Por eso, las ausencias escritoras son inevitables (ojalá que sólo fueran escritoras, pues hace semanas que varios libros cogen polvo en la mesilla). Me disculparé con estas dos fotos, que es de lo más bonito y difícil que tengo por ahora: un joven mochuelo, y un gorrioncito molinero (o de canalera, como le llaman en algunos lugares).



sábado, 6 de junio de 2009

BOCCIA.


Hace ya casi siete días que no escribo. Seis cachorrillos dan bastante trabajo, y maravillosos momentos al atardecer, y el final de curso supone siempre una carga de trabajo mayor.

En un artículo anterior quedó propuesto hacer una mejor descripción del deporte de boccia, tarea que ahora me propongo.

En primer lugar, como cada vez que hablo de educación especial, ha de considerarse mi corta experiencia de tan sólo un año, que implica un gran desconocimiento.

Ya he señalado alguna vez que uno de los hechos más impactantes durante los primeros días de curso fue la inactividad del recreo. Los niños apenas juegan, apenas se mueven, apenas comparten actividades, frente a un centro de educación ordinaria donde precisamente ese momento representa una manifestación de vida en plena ebullición. Por esta razón, y por otras como las limitaciones de movimiento de muchos alumnos, es magnífica la existencia de una actividad adaptada a sus posibilidades.

Sin entrar en detalles técnicos, la boccia es un juego muy similar a la petanca. Los jugadores van acompañados de un asistente que se encarga de traducir en movimiento sus decisiones Este asistente es mero ejecutor, nunca ve la situación de las bolas, pues está de espaldas a ellas, y sólo puede mirar a su jugador, sin posibilidad de enviarle mensaje alguno. Incluso el jugador es el único que se puede comunicar con el árbitro (mediante tableros de comunicación, pantallas digitales, etc.). Cada jugador cuenta con una canaleta en la que se introduce la bola. Por medio de movimientos de la mano, de los ojos, expresiones faciales, expresiones orales, …, va comunicando a su asistente la dirección y la inclinación que desea en la canaleta, de forma que la bola que el jugador sujeta (con la mano o con un artilugio colocado en la cabeza) quede cerca de la “bola-diana” una vez lanzada. Existen unos turnos, distintas mangas, distintas modalidades, que establecen las condiciones oficiales del deporte.


Como ya apunté, y además de las dos razones señaladas en líneas anteriores, lo que contemplo como auténticamente maravilloso, la clave del asunto, radica en la autonomía e independencia del jugador durante el juego. La primera enseñanza que recogí del ejemplar centro en el que trabajo fue que la comunicación y la autonomía eran dos pilares básicos de la educación en nuestra escuela (idea extensible a cualquier centro de educación especial, y probablemente de educación ordinaria). Y es así porque los niños continuamente encuentran barreras que exigen una mediación externa (la propia discapacidad, configuraciones del mobiliario urbano, prejuicios sociales, etc.). Esta falta de autonomía supone un gran problema en el desarrollo personal, en la formación de la imagen corporal, de la autoconciencia, de la autoestima, …; por eso, una actividad donde el participante tiene el control, puede establecer claras relaciones causa-efecto en base a su actuación, puede entrenarse y observar las consecuencias, o, finalmente, sabe que el aplauso recibido no tiene que ver con la buena voluntad del que aplaude, sino con su mérito real, y por eso sonríe y se emociona, es tan importante.

Unos alumnos de un centro educativo y su terapeuta acudieron a nuestra escuela para enseñarnos a jugar y ayudarnos a poner en marcha la idea. Ellos utilizan el deporte como tal, pero también como medio, mediante adaptaciones, para trabajar multitud de aspectos pedagógicos: secuenciación, clasificación, turnos, habilidades sociales, aspectos comunicativos, etc. Una vez más, y son muchas este año, una gran lección y unas personas estupendas que hemos conocido y que nos han mostrado parte de gran trabajo que realizan.

domingo, 31 de mayo de 2009

SEIS PERROS Y UN GURRIÓN.

El miércoles pedaleaba cerca de la Gran Ciudad Desarrollada cuando, a lo lejos, observé un animal. Un poco gordo para ser un gato, poco estilizado y torpe en sus movimientos. Unos segundos más tarde estaba junto a él. Era Tastavín, un cachorrillo perruno abandonado que deambulaba por la cuneta con miedo y desorientación. Paré y entonces observé otras cinco cabezas que asomaban entre los matojos de los campos circundantes.

Tastavín vino en bici hasta casa, haciendo quince kilómetros metido en el maillot con la cabeza asomando por el cuello. Sus hermanos vinieron en coche después. Y por los pelos, pues un zorro estuvo a punto de cumplir con el principio natural según el cual los más débiles sirven de sustento para los más fuertes.

Ahora los cachorros buscan dueño, y rápido, porque la vida de seis (ahora ya cuatro) cachorros en una exigua galería de la Gran Ciudad Desarrollada no es fácil.

Consideración perruna primera: los niños de la escuela disfrutaron infinitamente cuando el jueves bajé a los seis cachorros al recreo. Las muestras de sorpresa, cariño, cuidados, caricias, alegría, se sucedieron ininterrumpidamente. Por otra parte, la de la inconsciencia, o la de creerme aún en la escuela rural. Seis cachorros no desparasitados, de procedencia desconocida, …, junto a niños de salud delicada en algunos casos, alérgicos en otros…; un pequeño tirón de orejas, una enfermera preocupada, y un rato muy feliz.

Consideración perruna segunda: para un humano silvestre raramente puede encontrarse un placer mayor que dar un buen paseo por un monte solitario, pleno de observaciones interesantes, junto a seis preciosos cachorros que te observan como uno más de la manada. Acabar la ruta, tumbarte en el suelo a su lado y dejar que llegue la noche con la vista perdida en el cielo.

Consideración perruna tercera: no entiendo la falta de escrúpulos de los que abandonan seis cachorros en un campo, o de los que, para quedarse finalmente uno, matan a golpes a los otros cachorros de una camada. Tener un poco de cuidado, o una sencilla esterilización, o tomarte unas ligeras molestias en regalarlos no cuesta nada. Lo contrario sólo es eso, ser un desgraciado sin escrúpulos. Por cierto, para los defensores del ciclo natural, de que el zorro hubiera dado buena cuenta de ellos para alimentar a sus crías, de que eso es lo propio en la naturaleza…yo digo que el ser humano no es un espectador de esa naturaleza que debe mirar y no tocar, contemplar el espectáculo cual emperador romano; sólo es una insignificante pieza más que interviene en ella. Y si hay un tipo que tiene tragaderas para llevarlos en coche a un campo y abandonarlos, bien puede haber otro que tenga ganas de recogerlos e intentar ayudarles a vivir. Y ambos forman parte del ciclo natural, igual que el zorro. ¿No?.

Si hay amantes de la muerte, personas que disfrutan quitando la vida a otros seres, bien podrán tener su contrapunto en los que disfrutan de lo contrario: admirar y conocer la vida. Y, quizá algún día, comprenderla.

Añadido final: si Pablo se levanta del banco y dice que va a coger un gorrión, pues eso, se levanta y se encuentra a los cinco segundos con el primer pollo desvalido que intentaremos ayudar este año. Y por eso paro ya, porque he de darle su ración de mosquitos, que no para de piar.

martes, 26 de mayo de 2009

IDEAS DE AQUÍ Y ALLÍ TRAS EL COSCORRÓN.

Mamá y papá pato sobre el Ebro.

Coscorrón es una palabra maravillosa (plena de sonoridad y de sentido; de hecho, creo que sería significativa aún sin significado) que, además, forma parte del vocabulario gestado en etapas infantiles de la vida, entre juegos, carreras, moraduras y bocadillos de queso con tomate. Hoy he evocado esta palabra y me ha recordado la importancia de la seguridad en determinadas prácticas de educación física. Afortunadamente, en el propio cuerpo. Desafortunadamente, en los tiempos modernos al coscorrón se le llama traumatismo craneoencefálico leve. Coscorrón gordo, al fin y al cabo.

Hace unos días pensaba en mis años de estudios universitarios, en sesudas clasificaciones y organizaciones conceptuales, en hondas reflexiones, en decenas de trabajos y cientos de hojas llenas de letras y letras que intentaban abarcar y delimitar el hecho pedagógico. Y pensaba todo esto durante los casi cuarenta y cinco minutos de sesión piscinera en los que me dediqué a dar infinitas vueltas a la misma con un niño en brazos mientras le daba besos en la oreja para que se calmara y relajara mínimamente.

Paréntesis. La pasada semana visitó Zaragoza José María Aznar. Me hubiera gustado anunciarlo en el blog, e incluso acudir a la presentación de su libro con firma de ejemplares incluida. Para verle la cara, a ver si es de verdad. Para observar también los alegres rostros de quienes entregaban sus libros dispuestos a recibir su firma.

Y también la animada semana pasada, acudieron a la escuela unos alumnos de otro centro Zaragozano que, junto a su terapeuta, nos enseñaron a jugar a boccia, deporte similar a la petanca adaptado a las personas con graves limitaciones de movimiento. Resultó impactante e impresionante observar a los participantes jugar y tomar absolutamente todas las decisiones relativas al juego. Y verles sonreír satisfechos cuando comprobaban que el aplauso recibido no era gratuito, sino que se debía a una acción que auténticamente habían desarrollado ellos, lo cual constituye un pequeño tesoro en el universo de la educación especial. Escribiré sobre este asunto con mayor detalle.

Y despedida con los libros: la biblioteca escolar comienza a tomar forma. Con ideas prestadas de unos y otros se va poniendo en marcha un espacio que acaba de nacer, donde no hay apenas ni muebles, y que en poco tiempo ha de convertirse en un lugar de referencia en el colegio, en un pequeño rincón que genere importantes recursos pedagógicos para cada una de las, tan diferentes, aulas.