sábado, 24 de septiembre de 2011

UNA NIÑA FELIZ. CON PERDÓN.

Qué envidia me dais!, ya sé que resulta raro que diga esto pero echo mucho de menos la escuela. Disfrutad mucho del curso que seguro que os lo pasáis genial. De una alumna que no conseguirá olvidarse de este colegio (y que está medio llorando al escribir esto)

Estas tres líneas representan el primer comentario del curso en el blog escolar Ansotanius. Y son tres líneas muy especiales, puesto que han sido escritas por un alumno que este año ha pasado al instituto. En una escuela pequeña donde los niños pasan once años de sus vidas, despedir a un alumno inteligente, trabajador, bueno y sensible constituye un acontecimiento lleno de emociones. Los niños comienzan con tres años, con sus primeros pasos en el mundo aún recientes, y se van con catorce, dispuestos a recorrer los caminos que aparecen frente a ellos. Once años compartidos constituyen un buen pedazo de vida.

He leído el comentario y he pensado durante un tiempo qué ha podido llevar este alumno a tal sentimiento ¿Qué ha ocurrido en once años para que ahora se emocione al hablar de su escuela? He escrito varias veces sobre el director que me sedujo cuando en las primeras palabras del curso indicó que el criterio a seguir en cada decisión debía ser el que supusiera mayor beneficio para los alumnos. Lo demás, secundario. Llevar esta convicción a la práctica es, en muchos casos, revolucionario. En todo caso, creo que significa el mejor modo en que puedo entregarme a mi trabajo. La escuela la componen muchas piezas, desde las administrativas y políticas, hasta las más pequeñas y sencillas: las decisiones de clase de cada día. ¿Cuántas de estas piezas tienen en constante consideración el máximo beneficio para el alumno? (automáticamente me imagino escribiendo objetivos y criterios de noséqué que la administración exige y que nunca serán aplicados en la realidad; serán guardados en el cajón de los papeles oficiales) Por otra parte, resulta evidente que trabajar en busca del máximo beneficio del alumno no genera siempre un sentimiento de agradecimiento y añoranza en el mismo; con frecuencia, al contrario.

La parte política y administrativa dificulta muchas veces el trabajo real con los niños, el importante y prioritario, pero me alegra pensar que cada maestro, yo mismo, conserva aún la capacidad para hacer de esos once años, o de parte de los mismos, un período importante en la vida de las personas que comienzan a vivir frente a nosotros.

Hoy quería escribirles sobre algunas cuestiones filosóficas que me golpean la cabeza cada día, pero ya no hay espacio. Y probablemente es mejor escribir sobre una niña que recuerda con cariño su escuela. Leyendo a Gregori Luri me ha dado miedo escribir “feliz en su escuela”, aunque feliz, trabajo, formación, no son términos opuestos, ¿no? Por otra parte, ¿quién me explica la realidad para la que hay que prepararse?

3 comentarios:

Joselu dijo...

Me ha gustado tu alusión al artículo de Gregorio Luri. Me hubiera gustado conocer tu opinión más desarrollada. Deseducativos es un lugar que huele a fundamentalista, en el que la duda no tiene lugar, y expresan sus discursos personas que tienen todo muy claro y lo hacen desechando todo lo existente por carente de rigor y a la altura de sus planteamientos excelsos. Me aburren soberanamente. Prefiero no tener ninguna verdad y sentirme que dudo. Pienso que en Gregorio Luri hay un problema de hieratismo protestante, de raíz luterana.

Joselu dijo...

Y puedo entender ese desgarro al abandonar la escuela de once años para trasladarse a un nuevo centro en que cuesta volverse a encontrar tan a gusto. Supongo que a eso se le llama crecer lo que supone una fuerte capacidad de adaptación a las circunstancias. Queda eso sí, la relación profunda y densa con su primera escuela.

Kikiricabra dijo...

Hola, Joselu.

Yo daría una mano y dos o tres órganos vitales por tener todo muy claro. Estoy hastiado con tantas dudas e incertidumbres. Envidio a los que pisan siempre terreno bien firme, desprendiendo confianza en cada paso.

A mí me gusta buena parte de lo que he leído de G. Luri, pero hay una especie de demonización de la felicidad que no comparto, aunque realmente en su artículo no critica la felicidad escolar, sino la falta de trabajo y rendimiento. Por mi parte, me encanta promover valores de esfuerzo, disciplina, autosuperación, creatividad, felicidad, ..., pues creo que no hay conflicto entre ellos.

Es muy cierto lo de desarrollar más la opinión. Al acabar muchos artículos siento que podría hacer hilado más y mejor las ideas, pero generalmente los artículos brotan de la cabeza con desorden y sin previo aviso. Por ello son desordenados y poco desarrollados en muchos casos. Sé que debo mejorarlo.

En el caso del alumno que nos ocupa, se da la circunstancia de que es y será un alumno brillante y, además, profundamente feliz en su paso por la escuela. Y seguro que, aún de otro modo, también feliz en su paso por el instituto ¿No es magnífico?

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