domingo, 25 de septiembre de 2011

OTRO SOBRE EL APOCALIPSIS, QUE YA LLEGA.

Cada dos semanas aproximadamente las cocineras hacían albóndigas en el comedor escolar. En esa época de la vida en que la desmesura se imponía podíamos comernos unas quince o veinte cada uno. Después, y sólo algunas veces, la cocinera nos daba unas pocas más para que cenáramos esa noche. Comida de lujo para estudiantes viviendo en alquiler. El resto de la comida, dependiendo de la finura en las previsiones, del apetito de ese día, …, iría, por ley, a la basura. Nunca lo comprendí y aún hoy, diez años después, sigo teniéndolo presente.

Hace dos noches estaba con el último o penúltimo pensamiento del día antes de dormir cuando observé que lo único necesario para que una gran barbaridad sea asumida es que la secunde mucha gente. A mayor número de seguidores, mayor despropósito puede ser asumido. El número barniza de normalidad. Hoy, basta con mirar alrededor y leer sobre economía, bancos y sus rescates, guerras, o los destrozos de los borrachos de cada fin de semana. No se puede hacer nada, es así, es lo normal, es la tradición, pueden ser algunas de las expresiones asociadas.

También hay situaciones en las que mirar resulta tan doloroso, que directamente la decisión consiste en no hacerlo y vivir ajenos al dolor. No soy padre, pero me gustaría serlo. Cuando pienso en el sufrimiento de despedir a tu hijo cada noche sin haberle dado la comida que necesita para vivir, débil, tengo que dejar de pensar rápidamente en ello porque entro en una cadena de pensamientos llenos de desasosiego. Es similar a pensar en la propia muerte. Estos días se ha comentado una noticia que pronto ha quedado tapada por la capa de ruido y estiércol de las bolsas y sus malditas cotizaciones. Se puede encontrar en mil formatos y ángulos. Mil quinientos millones de obesos y más de mil millones de hambrientos. Mil quinientos millones de personas que comen hasta sentirse enfermos, y más de mil millones de enfermos por hambre. Mil quinientos millones de barrigas hinchadas por kilos de comida que no necesitaban que significan otras tantas millones de barrigas rugiendo por la falta de alimentos. Cada kilo de grasa son unas siete mil calorías, así que observen los kilos de cada barriga y calculen las calorías que llevamos sobre nuestras conciencias.

Las dos primeras semanas de curso me quedé a comer en la escuela porque era un maestro sintecho. La fantasía inmobiliaria aún hace efecto en algunos lugares y encontrar viviendas razonables no es sencillo. En esas comidas, diez años después, los niños siguen diciendo eltomateelpescadolaslentejaslaensaladalacebollalaverdura… no me gustan, y siguen yendo a la basura kilos y kilos de comida a diario. Multipliquen esto por los colegio de toda la comunidad, de todo el país o de todos los países ricos como el nuestro. Súmenle lo que ocurre en restaurantes, casas particulares, …, y concluimos que el problema no son sólo nuestros gordos, sino también los miles y miles de alimentos de puro lujo que cada día tiramos a la basura.

Ayer asistí a una boda. Quizá uno de los mejores símbolos del despilfarro y la sinrazón. Cuando las Texturas de Ternasco con Tartaleta Hojaldrada de su Santa Madre comenzaros a volver a la cocina casi intactas, pues los comensales hacía rato que habían comido lo necesario para tres o cuatro días, le pedí a un camarero que me pusiera un poco en una bolsa para llevar. No sé si es posible, me dijo. Señor, son para mi amigo, el perro Tastavín, mejor eso que tirarlas. A los cinco minutos aclaró que no, que no estaba permitido y que esos kilos de grandilocuentes texturas y arquitecturas de ternasco estaban ya en la basura.

Estoy convencido que la irracionalidad de nuestra vida está llegando a su límite, pero ¿CÓMO SOMOS CAPACES DE ASUMIR ESTAS SITUACIONES SIN HACER NADA? MILLONES DE PERSONAS VIVEN CON SUFRIMIENTO CONSTANTE CADA SEGUNDO DE SUS VIDAS.

En unos días les contaré sobre las escuelas que se mantienen con treinta euros al mes (lo comprobé, Joselu)

7 comentarios:

Joselu dijo...

No puedo dejar comentarios. Esto es una prueba.

Joselu dijo...

Con frecuencia me pregunto adónde acaba tanta comida perecedera que aparece en las vitrinas y que caduca o está a punto de caducar. Me he preguntado sobre las sobras de los restaurantes, por nuestras propias sobras caseras que a veces van al depósito de la comida orgánica. Lo que constatas es sangrante. Unos enfermos de sobrepeso y otros de hambre, unos mueren por el colesterol y otros por la miseria.

No sé cómo es el mundo, José Luis, pero su realidad basada en la dinámica
oferta y demanda hace que unos seamos prósperos y otros se hundan en la pobreza, que unos tengamos más que de sobra y otros, nada.

Lo cierto es que no se puede trasladar la comida que sobra aquí para llevarla allí. Puede hacerse con algunos alimentos de larga duración, pero no es buena idea llevar por sistema alimentos a países necesitados porque entonces hunden sus propias redes de cultivo y comercio. Llevar arroz o cereales a Haití puede suponer que allí no haya interés de cultivarlo o que hunda el precio ante la competencia de lo llegado del exterior. Tenemos que considerar con mucha precaución nuestras ideas generosas puesto que multitud de ONGs cometen errores de libro, quiero pensar que debido a su natural impulso de llevar beneficios a estos países.

Hubo una noticia que te enlazo que puede ser interesante para comprender la proporción del sistema que está montado EL HAMBRE COTIZA EN BOLSA

No tengo ninguna solución, comparto tu estado de ánimo, pero el problema no es fácil. Necesitamos otro modo de hacer a nivel mundial, pero no pienso que ahora se esté por esa tarea cuando estamos a punto de despeñarnos. Tal vez veremos lo que vale un peine, o lo verán algunos. Otros están protegidos.

Me gustará saber de esas escuelas que mencionas.

Anónimo dijo...

Hola, Joselu.

Claro que no vamos a llevar las albóndigas a India, pero podríamos comenzar por ajustar nuestra comida y no tirar miles y miles de kilos a la basura cada día. Como poco, como simple actitud de concienciación y respeto hacia los que no tuvieron nuestra suerte de nacer aquí. Y empezando por ahí, puede continuarse con otros pasos que no precisan de grandes complicaciones, sino de concienciación y voluntad.

Cuando en una boda van a la basura cien o doscientos solomillos...¿cómo puede ser que no pensemos que algo gordo falla? Esos doscientos solomillos significan unos cuantos kilos de cereales que otros dejan de comer (comer para vivir...)

Este tema será especialmente vergonzante en unos pocos meses, con la opulenta y desmedida navidad.

Leeré el artículo.
Gracias por tu participación.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola:
Creo que hay una escalofríante falta de conciencia social entre la gente. Está claro que el hambre en el mundo no se calma con la buena voluntad de las ONG'S ni comiendo aquí lo que sobra para no tirarlo(conozco a mucha gente que come sin ganas con el argumento de :"Con la gente que pasa hambre en el mundo es un pecado no comerse esta paella tan buena y tirarla a la basura". ¿Comerme el doble de paella antes de tirarla tranquiliza mi conciencia?
Creo que es preciso tomar conciencia seriamente y empezar a desembarazarse de este consumismo feroz y voraz que nos enferma. Pero, ¿cómo lograrlo cuando cuantas más posibilidades tenemos de abrirnos al mundo más nos encerramos en nuestro ombligo. "No cayendo en Utrera, me da igual", decía tranquila y sonriente una muchacha a la cámara cuando el reportero le preguntába por el temor a que el satélite UARS cayese en la cabeza de alguien. Tomé nota de ello porque me parece que refleja certeramente la filosofía de la vida de una mayoría: "Si no me toca, no me importa". Que llegue pronto el Apocalipsis con su efecto catártico, aunque nos devuelva a las cavernas.
Un saludo para los dos.
¡Ah! Les llevé a mis alumnos de 1º de bachillerato tu entrada del día 20. Omití el primer párrafo y leyeron desde "El comienzo de curso no ha sido especialmente brillante." Me parece un texto estupendo para que reflexionen. Quizá hoy, cuando alguno participe en un botellón en el parque, se averguence. Mañana les toca leerme sus reflexiones sobre tu escrito. Gracias por compartirlo.
Hortensia Lago

Pablo dijo...

La mayoría de las veces en que pienso en cosas como estas no consigo entenderlas. Me resulta curioso el poder que tiene la masa y, como algo generalizado se acepta más allá de sus implicaciones.

Es ilusionante leer palabras que si supiera expresarme también saldrían de mi boca.

Un abrazo

Isabel García Alonso dijo...

No hace mucho leí que cada día es mayor el número de estadounidenses que necesita cupones de alimentos -en 2007 eran 26 millones los necesitados de esos bonos y hoy pasan de 43 millones- y que la gestión de los mismos corresponde a la banca J.P.Morgan, cuyos responsables reconocen con total desvergüenza y cinismo que éste es un negocio muy importante para ellos. Es imposible entender nada, por ejemplo por qué esos bonos no los gestiona directamente el gobierno.

En este enlace, otro baño de realidad.
http://www.elmundoalinstante.com/contenido/titulares/en-estados-unidos-cada-vez-mas-personas-dependen-de-cupones-de-alimentos-y-solo-una-de-cada-ocho-personas-lo-recibe/

Kikiricabra dijo...

Siento mucho responder un poco tarde. Gracias como siempre por vuestra aportación.

Hortensia Lago, creo que ya estamos dando muestras más que evidentes de que la solución no vendrá de la mano de nuestro autocontrol, contención, sentido de la responsabilidad, sino que el desequilibrio en los procesos naturales, tarde o temprano, será quien dé la sonora y merecida bofetada a la especie dañina que somos. Aún sin haber vivido otro, es este un tiempo extraño, con mucha gente que vive confortablemente y muchas tragedias e injusticias ocurriendo muy cerca. No pasaremos a la historia como valientes, seguro. Qué sorpresa lo del texto que has utilizado. Me encanta que haya podido servir para suscitar algún tipo de reflexión. Si se da la posibilidad, me encantaría conocer algunas de ellas, o la opinión general del grupo.

Para que las palabras, Pablo, salgan de tu boca o tu mano, basta con practicar. Como casi todo. Hay muchas actividades tan arraigadas que ni se plantea su revisión. Y la tradición, la presión social, o el interés económico garantizan su pervivencia.

Isabel García Alonso, pues otro más. Los grandes grupos económicos no entienden de sentimientos ni tragedias. Ellos hacen dinero y a por otro. Pero vuelvo a lo mismo: que los haya requetemalos es asumible, pero que no reaccionemos de ninguna forma contra este tipo de tropelías que tanto dolor causan...que sean los requetemalos que únicamente pretenden el mayor beneficio económico los que gobiernan el mundo...¿cómo hemos asumido y permitido todo esto?

Un fuerte abrazo para cada uno.

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