Un lugar de serenidad, regalo de Pablo.
Lo he escrito ya muchas veces, cada minuto aumenta mi obsesión por otra vida que sólo veo representada en el mundo rural, en un lugar alejado y ajeno de la vida actual, un sitio donde, como dice Joselu de los africanos, ser feliz por ser y no por tener. Cada película, cada libro, cada lectura, cada situación, aún la más insignificante, la acabo interpretando bajo este pensamiento y siempre llego a las mismas conclusiones: el sentido de mi vida se diluye, se pierde por completo, si soy miembro de una forma de vivir tan injusta e irracional. Vivo rodeado de imágenes que me entristecen, que me desorientan; necesito únicamente un lugar que me permita pensar, leer, mirar, o caminar con serenidad, que me devuelva un reflejo transparente y tranquilo de la vida.
Y es lo mismo cruzar la calle sin ver atisbo alguno de montañas; o volver a disfrutar de Ser y Tener y recordar que ya fui en alguna medida un maestro que pasa tardes deslizándose en trineo con los niños, que trabaja en el silencio y soledad de la noche, y que siente la fortuna de compartir cada día con sus variados y felices niños rurales; o encontrar el pequeño video sobre la historia de las cosas; o sorprenderse viendo Baraka, la recomendación del amigo islandés, con sus imágenes bellas, los preciosos contrastes y texturas del mundo, y también los hipnotizados, impuestos y acelerados ritmos urbanos e industriales que tan evidente sensación de plaga sugieren; o leer las palabras del Dalai Lama, o las del cardiólogo Valentín Fuster, o las del psiquiatra Luis Rojas, o prácticamente las de cualquier libro que pasa por mis manos; o, sencillamente, mirar por la ventana y observar la infinita sucesión de carreteras, coches, fábricas, edificios enormes. Da igual, es todo lo mismo, llego sin remedio al mismo punto. Por alguna parte, en el alma, en las tripas, en el espíritu, o donde sea, siento la necesidad de que llegado el momento de dejar de existir los recuerdos que se amontonen atropellada y confusamente en la memoria tengan una consistencia y unas propiedades muy especiales.
Lo he escrito ya muchas veces, cada minuto aumenta mi obsesión por otra vida que sólo veo representada en el mundo rural, en un lugar alejado y ajeno de la vida actual, un sitio donde, como dice Joselu de los africanos, ser feliz por ser y no por tener. Cada película, cada libro, cada lectura, cada situación, aún la más insignificante, la acabo interpretando bajo este pensamiento y siempre llego a las mismas conclusiones: el sentido de mi vida se diluye, se pierde por completo, si soy miembro de una forma de vivir tan injusta e irracional. Vivo rodeado de imágenes que me entristecen, que me desorientan; necesito únicamente un lugar que me permita pensar, leer, mirar, o caminar con serenidad, que me devuelva un reflejo transparente y tranquilo de la vida.
Y es lo mismo cruzar la calle sin ver atisbo alguno de montañas; o volver a disfrutar de Ser y Tener y recordar que ya fui en alguna medida un maestro que pasa tardes deslizándose en trineo con los niños, que trabaja en el silencio y soledad de la noche, y que siente la fortuna de compartir cada día con sus variados y felices niños rurales; o encontrar el pequeño video sobre la historia de las cosas; o sorprenderse viendo Baraka, la recomendación del amigo islandés, con sus imágenes bellas, los preciosos contrastes y texturas del mundo, y también los hipnotizados, impuestos y acelerados ritmos urbanos e industriales que tan evidente sensación de plaga sugieren; o leer las palabras del Dalai Lama, o las del cardiólogo Valentín Fuster, o las del psiquiatra Luis Rojas, o prácticamente las de cualquier libro que pasa por mis manos; o, sencillamente, mirar por la ventana y observar la infinita sucesión de carreteras, coches, fábricas, edificios enormes. Da igual, es todo lo mismo, llego sin remedio al mismo punto. Por alguna parte, en el alma, en las tripas, en el espíritu, o donde sea, siento la necesidad de que llegado el momento de dejar de existir los recuerdos que se amontonen atropellada y confusamente en la memoria tengan una consistencia y unas propiedades muy especiales.
5 comentarios:
Recuerdo que vi, cuando la estrenaron, Baraka. Aún tengo fresca la imagen del primate cuya cabeza sobresalía del agua y miraba hacia un lado y otro. Me parecía una mirada profundamente humana por los matices que parecía expresar. ¡Cómo me gustaría volverla a ver con mi hija pequeña! Igual que esa película tan especial que es Ser y tener, que he visto en un par de ocasiones. Entiendo tu percepción de la vida, aunque la mía sea esencialmente distinta por el lugar en que vivo en que estoy disociado de la naturaleza. En mi apreciación , entiendo que la vida es un aprendizaje continuo, que sirve para conocernos a nosotros mismos y para lograr ser justos y felices como decía Borges.
Anoche volví a ver "Los chicos del coro", y volví a llorar al final, como las otras veces que la he visto. Cuánta ternura encierra... Lo mismo que "Hoy empieza todo", también francesa. Los docentes tenemos una sensibilidad especial que se despierta sin remedio con películas como éstas. Por cierto, Joselu, ¿llegaste a ver "El club de los emperadores"?
Yo también disfruto leyendo casi cuanto cae en mis manos, y sigo sintiéndome feliz con mis alumnos, aún inocentes y espontáneos, cariñosos y abiertos. Aún los más pequeños pueden darnos lecciones. Por azares del destino dedico unas horas a ayudar a los de 1º a aprender a leer y escribir, ya se me había olvidado lo difícil que es trabajar con los que se están iniciando en el camino del conocimiento. Es apasionante, pero es una tarea que pasa desapercibida porque parece la más humilde. Todos los maestros tenemos el mismo mérito, sea cual sea la edad de nuestros alumnos.
Feliz fin de semana.
Pero José Luis, ¿no te das cuenta de que tienes lo principal? Sabes lo que quieres, tío... La mayoría de la gente tenemos una sensación difusa de que algo queremos que no es muy bien lo que tenemos, lo que estamos haciendo o lo que somos, pero tampoco tenemos claro de qué manera encarrilaríamos ese desasosiego: ¿dedicándonos a la investigación? ¿siendo escritores? ¿teniendo hijos? ¿viajando por el mundo? ¿viviendo sabediós qué tipo de historias apasionantes que vagamente aspiramos a experimentar? ¿siendo otro tipo de persona? ¿cambiando de vida... a otra, no sabemos cuál?
Ahí nos perdemos, eso es lo difícil. Sin embargo, tú lo tienes claro como el día: todo en ti tira en una misma dirección. Pues... corazón, hazte caso. A partir de ya, y sin perder un minuto, busca tu felicidad donde tú sabes que está. Te costará más o menos, habrás de arreglar destinos u oficios, logísticas varias, preparativos tediosos y difíciles, quizá te cueste unos años; pero sabes lo que quieres. Pues a ello. A por ello. Dedícate a ello. Ya estás tardando. Que disfrutarás, ya lo verás, incluso durante todo el camino.
..es que Inde te lo ha dicho todo.
A por ello.
Un abrazo.
Muchas gracias a los cuatro por vuestras palabras en una entrada tan personal.
Creo que en este caso el blog ejerce un gran efecto liberador. Además, y no deja de sorprenderme, mis pensamientos se modelan y aclaran sustancialmente después de ser escritos.
Inde...estoy en ello. En unos veinte meses te contaré.
Joselu, Yolanda, Inde, Lamima, saludos para cada uno, y gracias de nuevo por vuestra aportación.
José Luis.
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