En algunos de los distintos trabajos que he tenido durante la comedia a la que llamamos vida he sentido duramente el peso de la inexperiencia, el sabor amargo de los primeros lances en los que la falta de conocimientos, las dudas, los nervios, … te juegan malas pasadas y te hacen sentir profundamente incapacitado para ese trabajo, además de provocar una gran preocupación e inquietud durante una temporada que acaba tiñendo y afectando al resto de parcelas de la citada comedia.
En todos los casos, poco a poco, no sé si por el esfuerzo, por mejoras personales, o por el simple paso del tiempo, la situación se ha reconducido y he logrado sentirme cómodo en mi labor. He disfrutado con mi trabajo (alguien me recordaba hace poco que ésto representa un buen indicador de que el proceso marcha bien, si no la clave) y las personas con las que he trabajado han acabado, en general, satisfechas (considerando que siempre hay personas con las que no se logra conectar). Este tiempo me ha mostrado que no soy una persona de inicios espectaculares (especialmente con adultos, que suelen interpretar de variopintas formas mi talante inicial tímido, serio y expectante), sino que las alegrías, satisfacciones, y demás aspectos positivos suelen llegar poco a poco, conforme va aumentando el conocimiento y la compenetración con el grupo, conforme el trabajo va dando lentos, pero duces, frutos.
Recuerdo, como ejemplo significativo, a Alicia, una señora mayor que pertenecía a un grupo de gerontogimnasia de Huesca y que me hizo pasar unas de las peores temporadas de ese tiempo. Para mí, todo eran dudas sobre qué hacer en las clases, qué objetivos plantear, qué no debía hacer, cómo manejar al grupo, etc. Y en tales circunstancias esta alumna acabó una de las clases criticándome a voces y expresando su disgusto con poca educación o cortesía. Entonces, y probablemente ahora ocurriría lo mismo, esta querida señora me dejó echo trizas, sintiendo que no servía para aquello, para nada quizá, y con una terrible presión e inquietud durante cada sesión posterior. Con el paso de las semanas Alicia acabó convirtiéndose en una estupenda alumna encantada de estar allí y que finalmente sintió, así me dijo, mi marcha al cabo de dos años.
Hasta aquí, el presente año sigue este proceso personal señalado para los trabajos extraordinariamente nuevos y difíciles: el del arduo comenzar, de momento. Y habiendo vivido otros inicios similares, quizá la calma sería la emoción más ajustada a la realidad, pero ocurre todo lo contrario: siento tal falta de recursos que dudo profundamente sobre el trayecto que se acerca. Ya han transcurrido más de dos meses de curso y sigo sintiendo a los diez minutos de muchas clases ese pensamiento resumible en “la cagaste, ésto que has planteado no tiene ningún sentido aquí; quedan 50’ de clase, tú dirás que hacemos coherente y digno ahora”.
Y para poner una especie de guinda pastelera, los otros inicios difíciles, las otras incertidumbres desconcertantes, los otros problemas, los he vivido en entornos naturales maravillosos con una evidente potencia para dispersar torbellinos mentales y provocar paz espiritual. Ahora, pido auxilio al entorno y éste me devuelve un chorro de humo negro, una vista enladrillada, un pitido estridente, y un cielo triste.
(Jaime, a éste la etiqueta de aypenapenitapena).
En todos los casos, poco a poco, no sé si por el esfuerzo, por mejoras personales, o por el simple paso del tiempo, la situación se ha reconducido y he logrado sentirme cómodo en mi labor. He disfrutado con mi trabajo (alguien me recordaba hace poco que ésto representa un buen indicador de que el proceso marcha bien, si no la clave) y las personas con las que he trabajado han acabado, en general, satisfechas (considerando que siempre hay personas con las que no se logra conectar). Este tiempo me ha mostrado que no soy una persona de inicios espectaculares (especialmente con adultos, que suelen interpretar de variopintas formas mi talante inicial tímido, serio y expectante), sino que las alegrías, satisfacciones, y demás aspectos positivos suelen llegar poco a poco, conforme va aumentando el conocimiento y la compenetración con el grupo, conforme el trabajo va dando lentos, pero duces, frutos.
Recuerdo, como ejemplo significativo, a Alicia, una señora mayor que pertenecía a un grupo de gerontogimnasia de Huesca y que me hizo pasar unas de las peores temporadas de ese tiempo. Para mí, todo eran dudas sobre qué hacer en las clases, qué objetivos plantear, qué no debía hacer, cómo manejar al grupo, etc. Y en tales circunstancias esta alumna acabó una de las clases criticándome a voces y expresando su disgusto con poca educación o cortesía. Entonces, y probablemente ahora ocurriría lo mismo, esta querida señora me dejó echo trizas, sintiendo que no servía para aquello, para nada quizá, y con una terrible presión e inquietud durante cada sesión posterior. Con el paso de las semanas Alicia acabó convirtiéndose en una estupenda alumna encantada de estar allí y que finalmente sintió, así me dijo, mi marcha al cabo de dos años.
Hasta aquí, el presente año sigue este proceso personal señalado para los trabajos extraordinariamente nuevos y difíciles: el del arduo comenzar, de momento. Y habiendo vivido otros inicios similares, quizá la calma sería la emoción más ajustada a la realidad, pero ocurre todo lo contrario: siento tal falta de recursos que dudo profundamente sobre el trayecto que se acerca. Ya han transcurrido más de dos meses de curso y sigo sintiendo a los diez minutos de muchas clases ese pensamiento resumible en “la cagaste, ésto que has planteado no tiene ningún sentido aquí; quedan 50’ de clase, tú dirás que hacemos coherente y digno ahora”.
Y para poner una especie de guinda pastelera, los otros inicios difíciles, las otras incertidumbres desconcertantes, los otros problemas, los he vivido en entornos naturales maravillosos con una evidente potencia para dispersar torbellinos mentales y provocar paz espiritual. Ahora, pido auxilio al entorno y éste me devuelve un chorro de humo negro, una vista enladrillada, un pitido estridente, y un cielo triste.
(Jaime, a éste la etiqueta de aypenapenitapena).
6 comentarios:
Las palabras de tu blog revelan una destacada sensibilidad que penetra al lector que tiene el placer de leerte. Tus incertidumbres, tu ansiedad, tu tristeza son estados que conozco, pero en tu caso se enhebran a esa búsqueda de la paz interior que tanto anhelas y que también llega a veces. Un cordial saludo.
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hayquemaltodoquepenitaquedesgraciadosoy.
¿Hace falta que te recuerde todo lo positivo que tienes este año y que anhelabas en cursos anteriores? La lista no se acabaría con dos o tres asuntos de poco peso específico dentro de tus principios, escala de valores, etc.
Cada uno extrañamos lo que no tenemos, de vez en cuando hay que ponerse las lentes para contemplar lo que tenemos. Yo también soy propenso a esa miopía, pero si me pongo las lentes, puedo ver más allá. El problema viene esos días o semanas en las que, de golpe, te aumentan las dioptrías.
Salut.
Y a pesar de todas esas veces que tú dices que la cagaste, te siguen quedando compañeros en muchos lugares de la geografía aragonesa, y muchos niños recuerdan tus clases...
Como has dicho la cosa siempre empieza mal pero acaba bien, quizá esta vez el comienzo sea más largo, pero no dudes, que la dureza de ese empezar te hará poner más ímpetu en lo que te propongas en el cole.
Si me permites decirtelo, creo que , aunque duros, los años que estés donde ahora estás te servirá para tú persona como 5 en la escuela ordinaria.
Ánimo hermano.
Hola compañero.
Me alegro reencontrarme con tu blog; aunque realmente lo que añoro son las "palabras mágicas" de fondo verde y contenidos estupendos (qué gran enciclopedia natural).
Leyendo tu entrada he rememorado mis primeras impresiones en el CRA donde trabajo. Trabajé en él durante mi año de prácticas y cuando me lo volvieron a dar en el concurso de traslados casi me da un tabardillo. No quería estar allí ni de cachondeo. Pero a todo se acostumbra uno. Y allí llevo ocho años (nueve en la zona). Posiblemente me venga para Zaragoza el próximo año. Esto es una posibilidad, pero de lo que estoy seguro es de que los años que he pasado allí han sido los mejores. Dale una oportunidad, José Luis, dos meses no son nada Un abrazo, y perdona por extenderme tanto en un comentario.
Un abrazo.
Julio
Joselu, me asalta con frecuencia el pensamiento de "¿qué endemoniado sentido tiene escribir aquí? ¿a quién va a interesar?". Y, no sé por qué, sigo escribiendo.
Jaime, qué te voy a contar que no sepas...
Pablo, tener principios felices no es la clave, pero tranquiliza mucho, imagino. Me agarro al último párrafo que has escrito, porque de eso sí estoy seguro, la experiencia personal será insustituible.
Julio, qué alegría verte por aquí. Sé que hay que dar tiempo, pero es difícil. Es un mundo desconocido y desconcertante, lleno de retos a los que me enfrento desarmado inicialmente. Entiendo lo del tabardillo. Creo que no gestiono bien las situaciones cambiantes hasta pasado un tiempo importante. Si acudes a Zaragoza será por buenas razones, pero...disfruta entonces de los seis meses que te quedan en el Matarraña porque allí hay cosas que aquí añorarás cada instante.
Saludos para los cuatro y gracias por vuestros comentarios en estos temas tan íntimos y complicados.
José Luis.
Por cierto Julio, Palabras Mágicas...una de las mayores pérdidas este curso ha consistido en dejar de ser tutor de una clase de primaria, con las que tantísimo disfruto. Y, claro, todas esas iniciativas e historias que uno puede organizar y que ahora, de momento, pertenecen al pasado.
Siento pena cada vez que la abro, de vez en cuando, y la veo allí parada, con los contactos y el movimiento que generó el curso pasado.
Un abrazo y hasta otra (¿hasta la vista?).
José Luis.
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