Hoy de nuevo estoy en blanco. Mi facilidad escritora depende completamente de mi cansancio. Sigo haciendo unas clases demasiado improvisadas, puesto que el tiempo de trabajo no lectivo lo dedico a otros menesteres, y todos imprescindibles, que es lo desconcertante. Hoy me he iniciado en el teatro de luz negra. Hacía tiempo que lo deseaba, desde que lo conocí en la escuela, ay, de Hecho. El resultado no ha sido espectacular, pero creo que encierra muchas posibilidades artísticas y creativas, y, además, con relativa sencillez organizativa y económica.
Ayer pensé comentar las declaraciones del Papa sobre los ateos y el nazismo, que parecen guardar una evidente conexión (lo cual añade un nuevo misterio, el de su juventud hitleriana). En cualquier caso, sí aprovecho hoy para enlazar con un artículo relacionado de Javier Ortiz, y así muestro aquí el blog de este periodista que me encanta leer.
Tres breves perlas de Millás sobre libros que intento conservar frescas en la memoria:
- La primera para Joselu, por razones obvias: “La lectura constituye uno de los pocos modos que van quedando de rebeldía eficaz frente a un mundo cada vez más mortificado (…) Hay en el mercado de la rebeldía multitud de productos que no hacen sino afianzar el sistema establecido (…) La lectura no está entre esos productos porque es verdaderamente peligrosa (…) Por eso, quizá, las humanidades, en general, están cada día menos presentes en los programas escolares, porque quienes mandan saben que leer es la forma de rebelión más eficaz en los tiempos que corren”.
- Para Jaime y sus acelgas, por razones igualmente evidentes: “…quizá continuaría creciendo ese tapiz asociativo entre los libros y la vida: entre la existencia y el sueño. Los libros valiosos se distinguen por su capacidad para integrarse, a modo de hebra, en la biografía onírica del sueño (…) La escritura es un tejido que intenta aproximar los bordes de una herida que no tiene sutura”.
- Y ésta, para todos los libros que nos han desestabilizado las certezas y han provocado un torbellino de cambios y nuevas ideas, para los que han permitido el “cambio en el pensamiento” que acuñó, deseó, y peleó Sagan: “Pero también sus páginas han dejado en mí profundas cicatrices (…) Tengo detrás de mi mesa de trabajo, como un muro siempre dispuesto a desplomarse, cientos de libros a los que debo, más que lo que soy, lo que he dejado de ser. Podría contar hasta en qué postura los leí, porque han marcado mi existencia con la precisión con la que aquellos látigos de las películas penetraban en la carne de los rebeldes”.
Y mañana ponemos rumbo a uno de los dos o tres paraísos que me quedan: porque allí la vida es otra cosa, esa otra cosa del cartel, porque allí vive una de las personas más buenas que conozco e inventor del “ahora todo es mentira”, y porque allí vuelvo a sentir intensas campanadas capaces de guiar a los desorientados. Capaces de cualquier cosa.
2 comentarios:
No sé, José Luis, en un principio tienes razón: la lectura tiene un fundamento que la hace inactual. Se requiere atención y reflexión. También imaginación. En una ideología dominada por las imágenes facilonas que atraen a los jóvenes, la lectura (la buena lectura) se alza como un foco de complejidad ante un mundo simplificado y tecnológico. Sin embargo, cuando veo lo que se lee (los que leen)no tengo tanta confianza en el poder subversivo de la lectura. Una cosa es la literatura y el arte y otra son los libros de éxito que dominan el panorama editorial. Son libros -la mayoría novela histórica, que aborrezco- complacientes, nada exigentes, nada problematizadores, que no creo que hagan pensar demasiado. Echo en falta conversar sobre buenas obras literarias, más talleres literarios en que se puedan poner en común sentimientos e ideas que nos planteamos cuando leemos una obra literaria, y digo literaria. No todo lo que se lee es literatura. En muchos casos es pura banalidad. Un cordial saludo y gracias por tu alusión.
Hola Joselu.
Está clara la importancia de tu puntualización. La lectura como acto de inconformismo, rebeldía, y crítica social que describe Millás seguro que poca relación guarda con muchos libros y sus lectores. El sistema editorial no deja de ser una pieza más del rompecabezas social, por lo que, supongo, conservará los mismos defectos relacionados con la superficialidad, el consumo (ésto es evidentísimo en muchos libros para niños, vacíos de contenido y llenos de adornos, olores, y zarandajas), la simplificación absurda, etc.
En todo caso, me consuela pensar en determinado tipo de lectura como un acto de inconformismo.
Otro saludo.
José Luis.
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