Contra toda lógica seguimos en el mundo de los vivos. En el mundo de los vivos donde el atributo principal, la vida, es una sustancia tan sumamente extraña.
Este blog nació de semillas escolares, sus primeras entradas reflexionaban sobre la burocracia, los currículos, las programaciones de aula... sobre la doble realidad del maestro, al menos del que esto escribe: la realidad de los papeles y la realidad real, la que ocurre cuando cierras la puerta y haces lo que puedes, lo que te atreves, lo que eres. Aún ayer, veinte años después, en otra de esas reuniones lamentables, un compañero lamentaba la programación de aula tan mal hecha que difícilmente podía usar para trabajar. Yo me reía y pensaba... joer, es lo mismo siempre, somos un desastre de gremio, parece que no somos conscientes de que en 20 o 30 años casi todos los presentes estaremos muertos. Pude al menos susurrar a la alumna en practicas que estaba a mi lado que no hiciera mucho caso, que nada de lo que estaba allí presenciando estaba realmente ocurriendo ni, por supuesto, tenía ningún sentido. Finalmente me he convertido en el maestro de mediana edad que a primera vista pasa por un poco desajustado, que desconozco, muy esforzadamente, la ley que debería dominar, quizá incluso amar, que renuncio a aprender la neojerga de cada nueva ley-panfleto, y que la mayor parte de mis acciones en mi escuela están fuera del foco de lo oficial, legal o preceptivo. Cargo con el peso de la preocupación por caminar por terrenos inestables, inseguros... pero llegados a este punto, a esta mediana edad, ya será así hasta el final. Como poco, es bastante más divertido para mí y para mis alumos.
Releo algunas ideas escritas, quizá incluso pensadas, hace varios años y siento vértigo ante lo que estaba por venir y resultaba imprevisible. Doble vértigo ante la certeza de que esa circunstancia se repetirá siempre: cuántos caminos del todo imprevisibles están aguardando para aparecer en cualquier instante. Ramón Lobo, Pensión Lobo... podrías haber esperado un poco más... La vida te cambia por completo en un instante cotidiano. Los grandes acontecimientos de nuestra vida suelen suceder tras momentos cotidianos, cuando nuestra mente está muy lejos de advertir que en la siguiente escena de la película viene una cambio drástico en el guion.
Vuelvo al mundo de los vivos, sumo instantes cotidianos, aguardo la siguiente curva.