miércoles, 18 de abril de 2012

BAILE MUNDIAL DE PALABRAS INDECENTES.

Carroñero sin traje ni gomina, pero bien bonito.

Ando liado con el blog. No sé si tanto tiempo enredado con él puede ser bueno. Quizá algún obispo considere que esta tecnofilia (pasajera, eso sí) me acabará llevando al cálido infierno.

El obispo de educación, o ministro, según se mire, nos ha propuesto la subida de alumnos por clase. Dicen que es por ahorrar unos durillos y esas cosas, y que, bien visto, es incluso bueno, pues no perjudica en ninguna medida la calidad del proceso y mejora la socialización de los niños. Aunque un ministro deba cuidar mucho lo que dice a los medios, guardándose lo importante o lo que pueda perjudicar a su partido, parece vergonzante el nivel del discurso que nos dedica.

Puesto que la medida no perjudica y mejora los aspectos sociales, como dice nuestro jefe, ¿por qué conformarnos con ratios tan bajas entonces? Puestos a ahorrar, volvamos a clases de otra época, con cien alumnos por aula. Si apostamos por la socialización, apostemos con decisión.

En todo caso, como maestro urbano que seré el próximo curso, más alumnos tendremos para disfrutar de nuestro trabajo. Más alumnos para compartir la perplejidad ante la vida. Más alumnos para sentirnos felices de ser maestros. Más alumnos y más contentos a pesar de vivir tiempos de decadencia moral absoluta.
 

3 comentarios:

Cristina dijo...

Es tristísimo que el ministro de un país que yo creía serio haya dado semejante justificación para aumentar los ratios. ¿Es que cree que somos idiotas? ¡¿Socialización?! Hay que tener poca vergüenza para soltar una memez de ese calibre. Indignate. Podría haber citado esos informes que dicen que con menos alumnos por clase no se mejora el rendimiento (que los hay - aunque yo no me los creo). Podría haber dicho que la medida era necesaria para 'calmar a los mercados' (que es el eufemismo que se usa para ya sabemos qué). Pero no: va tan sobrado que hasta se permite reirse en nuestra cara.
Envidio tu optimismo dentro de la lucidez. Yo siento que mi carrera en educación está acabada antes de haberla empezado. Y lo que es peor, siento que este país no tiene ningún futuro.

PD: mil gracias por el texto de Russell. Maravillo.

Cristina dijo...

Maravillo... so.

Kikiricabra dijo...

Hola, Cristina.

Yo creo que sí confían en nuestra idiotez, pero con motivos. Creo que somos esencialmente tontos, aunque no sé si tenemos opción de algo diferente.

Como acabo de escribir en otra respuesta en el anterior post, es tiempo de anhelar líderes provistos de sólida moral y especial sensibilidad. Al contrario, contamos con grandes economistas, técnicos variados, que apenas demuestran saber que detrás de todo el lío y el ruido hay personas con sus ilusiones y sus miserias, con sus vidas. Vida que, por otra parte, no entendemos pero mareamos como si fuera un suceso obvio.

El optimismo...la vida pasa a pesar de todo. Tenemos la obligación de disfrutarla. De apurarla y hacer felices a los que tenemos al lado. Al final, estar en clase con los niños es un chollo. Te animo a que te esfuerces por acabar con unos cuantos niños y compartas un buen pedazo de la vida con ellos.

Un saludo.

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