viernes, 16 de enero de 2009

LA LENTITUD DEL RELOJ.

Emoción


Supongo que hoy existirá algún nombre para la enfermedad consistente en desear justamente lo que ya pertenece al pasado y para no valorar lo que se vive en el presente, que, siguiendo la lógica, pasará a añorarse en unos meses. Hoy todo tiene un nombre. Es la mía, y sus dolores son tan nítidos que hacen creer en el engaño.

Hay algunas clases que me dejan sin absolutamente ningún recurso, simplemente sin saber qué hacer frente a un grupo de niños y un buen montón de minutos por delante. En educación física no he realizado en todo el curso ninguna progresión coherente en las sesiones, sino que cada una ha significado una prueba para comprobar si un contenido concreto podía funcionar con el grupo. Aunque he ido afinando ligeramente en la adecuación de estos contenidos a cada grupo, realmente sigo sin ser capaz de establecer algún hilo que dé sentido y continuidad a distintas sesiones. Unidad de aprendizaje es actualmente un concepto que representa una ilusión. Además, con algunos grupos, como los formados por los niños más pequeños y afectados, las dificultades de programación son aún mayores.

En este probar, muchas veces un material determinado es el que desencadena las opciones y las ideas sobre algunas actividades. Por ejemplo, en los últimos días he probado actividades con globos. Sus movimientos lentos facilitan y favorecen algunas actividades que de otro modo los niños no pueden realizar. Como otras veces, en varias clases, durante el primer minuto ya puedo comprobar que aquello no va a funcionar. Por miedo, falta de interés, u otros motivos desconocidos por mí, los alumnos apenas harán algo de lo que había previsto en mi cabeza antes de empezar. Y entonces comienza otra clase donde los minutos avanzan con retorcida lentitud.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Cómo te entiendo! En otra materia me pasa exactamente lo mismo. Me obstino en no mirar el reloj y dejar que el tiempo pase, pero veo que mis planteamientos muchas veces fracasan en medio de la mayor indisciplina. Tengo grupos muy inquietos y en los que la mayoría son desertores de las aulas. Ni tienen libro, ni papel, ni bolígrafo, no hacen los deberes... Hacer ejercicios les aburre, escuchar la explicación les hastía. El reloj camina lentamente también. A veces pienso que me han cambiado esta profesión a la que he amado tanto. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Joselu.

Gracias por seguir regalándonos tus comentarios.

Quizá un maestro sea quien mejor conozca el significado real de la subjetividad del tiempo. Horas que parecen escasos minutos u horas que equivalen a semanas.

Saludos.
José Luis.

Anónimo dijo...

Cuánta tristeza y cuánto desánimo tan comprensibles en tus palabras... Qué pena que los docentes veamos el tiempo con tanta impotencia. Nos estrellamos contra la desidia, la apatía, el desinterés. A veces no hay forma de motivar a los alumnos, ni siquiera en actividades meramente físicas, que en algunas etapas son sus preferidas. Muchos tenemos la sensación de ser "animadores de calle" más que docentes. ¿Qué pasa en las aulas? Dura pregunta de difícil respuesta. Ve a ver "La clase", te gustará.
Un saludo, colega.

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