jueves, 25 de septiembre de 2008

OTRA VEZ LOS PLATOS CHINOS.

Creo que la riqueza de mi vida bien podría medirse según las fotos que tengo disponibles. En este caso, ni una mediocre puede acompañar al texto.

Últimamente intento cultivar el sentido del humor al escribir, con dudosos resultados quizá. Hoy no es necesario, puesto que los profesionales de la risa adquieren el protagonismo estelar: no me digan que no se parte uno (incluso Pío es un nombre con un toque de humor).

He acudido a la tienda ciclista habitual a cambiar la cadena de la bici. Todo normal hasta que al salir me dice el dueño: “y ánimo hombre, alegra la cara que se te ve hecho polvo”. Ha sido la confirmación: mi cuerpo ha adquirido una configuración externa de la que no tengo conciencia. El problema es que tantos ánimos me han dado últimamente para mi aparente melancolía y decaimiento que lo mejor será, he pensado, adquirir realmente la condición melancólica y triste. Puede resultar muy peligroso contradecir a tu propia apariencia.

En la escuela sigo interpretando el número circense de los platos chinos. Ya lo he representado otras muchas veces, y podría decirse que soy especialista, pero ahora tengo la mitad ya por el suelo. Tras un mes rebosante de información y novedades, espero poder comenzar la semana próxima a orientar el trabajo a realizar con cada grupo. La principal dificultad está representada por las necesidades tan específicas que tiene cada niño, que exigen una gran individualización de las actividades y, por tanto, una programación cuya complejidad se multiplica por mil. Además, algunos requieren una atención constante, por lo que las sesiones de grupo en las que hay trabajar con seis niños también me generan inquietud.

Y luego está la psicomotricidad, de la cual yo no sé nada.

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