jueves, 19 de octubre de 2006

SOBRE DUDAS, NAUFRAGIOS, Y LIBROS

Hace 9 días la lenta y miserable conexión parabólica a internet cogió la baja. Y es raro, porque ya se sabe que estas cosas son más propias del tercer trimestre.

El asunto es que no era grave y en unos días ya se ha recuperado. Por ello, puedo volver a realizar esta tarea que me libera momentáneamente de la soledad y del silencio continuo. Paso bruscamente del bullicio y el hablar ininterrumpido durante 5 horas, al silencio absoluto sólo perturbado cuando, con bastante frecuencia, me hablo a mí mismo en voz alta.

El miércoles pasado estuvimos en Teruel visitando la exposición itinerante sobre Atapuerca y la propia ciudad. Es un problema delicado encontrar actividades adecuadas para los alumnos, que discurran en el registro idóneo. A veces, la salida se adapta mejor a los profesores que a los mismos niños.

Sigo pensando en qué enseñar, y por qué enseño. Hace poco se acercó un maestro de la escuela para pedirme los cuadernillos que yo trabajaba de refuerzo de lengua y matemáticas. Ya se sabe, repetir y repetir secuencias, letras, …; cuando le dije que no tenía nada de eso, que ni lo conocía, me miró extrañado y se fue. Yo me quedé pensando. Nadie me ha dicho qué demonios debo enseñar a estas criaturas casi recién nacidas, qué importancia conceder a cada aspecto. Seré más concreto: llevo un mes y medio haciendo juegos, escribiendo historias, leyendo libros y mil revistas, recitando poesías, repasando y comentando cada mañana las mejores noticias de la prensa, pero no hemos dedicado más de treinta minutos a lo que creo se considera lo normal: página 15; ejercicio 3; escribe trescientas veces las letras R y S, luego haz un dibujo y píntalo. Como no tengo un buen catalejo, al alejarme de la orilla me da miedo perderme y naufragar.

En cualquier caso, veo cosas en el mundo, en personas pobres y ricas, cultos o no, que me hacen pensar en este momento que lo único que importa en la escuela es que los niños que de allí salgan sean buenos: buenos con las personas, con la naturaleza, con el mundo entero. Y todo lo demás me parece un pretexto para conseguirlo.

Además, también me consuela pensar que si yo no dedico dos semanas a hablar a niños de 6 años sobre la polisemia, tampoco es grave. Les quedan unos 10 años en los que les repetirán hasta la amargura esta y otras palabras.

El alumno discapacitado sigue generando un auténtico agujero negro en mi labor diaria. Me resisto a aceptar como normal que un niño pase más del cincuenta por ciento del horario lectivo totalmente desatendido y malgastando los mejores momentos de su vida para aprender y progresar. Es una terrible pena comprobar cada día, cuando marchan a casa, cómo apenas he podido atenderle unos minutos.

En torno al año 2007, en un laboratorio en la frontera entre Francia y Suiza, físicos como la americana Lisa Randall esperan demostrar y confirmar la existencia de una quinta dimensión. Ya es frecuente oír decir que vivimos en la época en la que es gigante el abismo entre la tecnología utilizada y la comprensión de la misma. Pero a mí, leer a personas como la arriba nombrada, o avances en robótica, genética, …, y compararlo después con las preocupaciones en las que solemos (o suelo) emplear el tiempo el pueblo llano me deja perplejo y desorientado, sin saber muy bien en qué mundo vivo.

Pronto Juan José Millás publicará un nuevo libro, tras cuatro años. Me encanta escucharle y me fascinan sus juegos y fantasías con el lenguaje, que al final acaba confundiéndose con las propias personas y con la vida. Como cuando los libros empezaron a perder letras y, en consecuencia, el mundo fue perdiendo sustancia y empequeñeciéndose poco a poco. Hasta el punto que la gente traficaba en el mercado negro con preposiciones y adverbios, a fin de poder construir artesanalmente algún sustantivo o verbo, intentando así poder nombrar y no perder una pequeña parte del mundo. Recuerdo a mis queridos alumnos ansotanos reír cuando les conté que en ese mercado negro algunas formas gramaticales, ya inservibles, olían a intestinos de vaca a punto de pudrirse.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sabes que te digo? que estás muy bien ahí, con esos alumnos, pasando de ejercicos de refuerzo, encendiendo luces, mostrándoles la vida.
Me alegra mucho leerte. Una persona muy importante en mi vida me dijo hace unos veinte años: "ánimo, que estás arando bien el campo". Hoy te leo y pienso que tú también estás arando bien el campo. Felicidades.

Ah, y no dejes de hacerte preguntas nunca. Las preguntas convierten este oficio nuestro en un oficio hermoso.

Anónimo dijo...

A mí me habría gustado mucho tenerte de maestro.

Anónimo dijo...

Siento escalofríos por los ánimos que me dais. Me parecen maravillosos.

De nuevo estoy sin conexión, por lo que amontono ideas sin poder escibirse.

Desde luego, nuestro oficio me parece también maravilloso.

Un abrazo y muchas gracias.

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