lunes, 2 de octubre de 2006

BUENAS SENSACIONES.

¡Ya está la foto!. Con tres meses de retraso…

Era mi intención escribir sosegado, con calma, con tiempo, puesto que pretendía escribir un buen artículo. Un artículo a la altura de las circunstancias. Finalmente escribo cansado y con prisa.

Hoy el día ha sido agotador. El primer día de clase por la tarde no ha permitido un respiro. Cada vez las despedidas son más amargas, por lo que he tenido que emprender viaje desde Zaragoza esta mañana, y no ayer por la noche. Ya hemos empezado con el pie cambiado.

Al acabar las clases a la una, me he reunido con la maestra encargada de apoyarme con el niño discapacitado. Lo haremos así cada lunes tratando de preparar las tareas que realizaré con él cuando no recibo su apoyo, es decir, durante doce horas semanales.

Me vuelvo a quejar por enésima vez: si de las cinco horas de las que dispongo para planificar mi trabajo, dos son para claustros, comisiones de noséqué, coordinaciones de esto y lo otro (trabajo que entiendo como secundario y generalmente poco aprovechado), y una es para preparar el trabajo semanal del niño con discapacidad, ¿se puede entender y aceptar que en dos horas deba preparar veinticinco clases?, ¿da igual prepararlas mal, o improvisar, porque son niños y no se enteran?, ¿soy muy raro, me quejo de puro vicio, y sólo tengo yo este problema?.

Las jornadas provinciales de educación física de Fraga han sido un tremendo placer.

En primer lugar, reencontrarme con mis compañeros del año pasado fue una gran alegría. He dicho mil veces que el año pasado fui un privilegiado: quizá principalmente en lo relacionado con los compañeros de trabajo.

En segundo lugar, conocí a un maestro. Uno de esos a los que uno mira, admira, lee, e intentar seguir en el día a día de la escuela. Ya tenía la suerte de recibir sus consejos electrónicos y postales de vez en cuando. Ahora la suerte ha sido conocerle personalmente.

Y, como colofón, disfruté de las palabras de Paco Lagardera, uno de esos nombres que sueles leer en artículos y libros varios. Escuchar a una persona ya con cierta edad hablar con semejante entusiasmo e ilusión, incitando constantemente a leer, aprender, luchar y mejorar, hizo que saliera de la ponencia con ganas de ponerme a trabajar inmediatamente, con ganas de ser mejor.

Fruto de esta charla acudí a la librería de turno y compré dos libros recomendados por el señor Lagardera: Léxico de Praxiología Motriz, de Pierre Parlebas (que creo será, ya lo es un poco, la referencia que guiará la educación física que daré en los próximos años), y La Naturaleza Humana, de Jesús Mosterín (qué narices vamos a enseñar si no sabemos siquiera qué somos). Puestos a gastar los últimos euros supervivientes a un duro mes, compré también dos libros de Eduardo Punset y otros dos de Alex Grijelmo. Del primero siento grandes ganas de leerle y conocerle, a pesar de la extraña situación de apadrinar un programa en TVE (pseudorealityshow creo) donde se utilizan niños con algún estúpido pretexto. Del segundo, presidente de la Agencia EFE, escuché hace años La Seducción de las palabras e intenté comprarlo, pero perdí su pista.

Seré sincero y diré que la auténtica guinda del pastel fue conocer un poco mejor y poder compartir muchas palabras con la mejor referencia en educación física. Un lujo poder disfrutar de su inmensa generosidad al compartir sus cosas, su conocimiento. Una maravilla también observar muestras de su trabajo diario en clase (“…hay que hablar de teoría desde la práctica…”), donde sorprende la dimensión que pueden adquirir algunas situaciones y propuestas hechas en la escuela por personas como él. Y, además, mientras tanto, es capaz de hacerte sentir necesario y útil, mostrarse él agradecido, mientras lo único que uno buenamente hace, siendo tan poca cosa, es intentar poner la oreja cerca y aprender. Por ello, Alfredo, muchas gracias.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me acabo de enterar, de pura casualidad, que la jornada laboral de un maestro es de treinta y siete hora y media. Veinticinco lectivas, cinco complementarias en el centro, y el resto a cumplir libremente en casa.

¿Es esto cierto?. ¿Cómo puedo llevar tres años trabajando en esto y que nadie me lo haya dicho?.

Madre mía.

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